Gregorio Morales escribió en El
cadáver de Balzac una definición de poesía, que ha hecho fortuna: misterio
más diferencia. Y añadía al respecto: Amo la diferencia antes que lo
gregario; busco el misterio antes que la exégesis. La literatura de Chencho Ríos y su poesía, en particular, encajan
perfectamente en esta fórmula; tanto y tan bien, que resulta inclasificable, si
por tal entendemos la imposibilidad de
ajustarla a las habituales taxonomías, cuanto más a marbetes y demás etiquetas
con que suele envasarse, hoy en día, cualquier producto apto para el consumo,
incluyendo a la literatura.
Hay,
pues, en Chencho Ríos un rechazo del canon tradicional u ortodoxo, aunque
posiblemente, dicho canon prescinde del poeta por pura y evidente
incompatibilidad. Chencho Ríos se divorcia del canon, renuncia a sus pompas,
obras y vanidades, desdeña las consignas de la moderna industria cultural y
entra a saco en la preceptiva y demás catecismos del oficio, resulto a
desaprender lo aprendido, olvidar ecuaciones y arquitecturas y, en suma,
desnudar al poema a su modo, personal e intransferible, canalla y primitivo
posiblemente, pero ante todo auténtico.
Con
estas credenciales, nos trajo el pasado martes un libro de poemas singular,
diferente, un libro de poesía Chencho –como él mismo dice-, un milagro
–para unos-, una profanación –para otros- y, para casi todos, una provocación, sin
que el poeta sea capaz de explicarlo y recurra a una suerte de determinismo,
que en parte nos remite a la Grecia clásica y en parte, sobre todo, al
pensamiento de Jung.
Creado a partir del polvo de la tierra es el título, absolutamente
revelador, de este libro, mágico y visionario, que Chencho nos invita a
transitar. Un libro, pues, adánico, que nos remite al Génesis (véase 2,7), donde dice: Entonces Yavéh Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en
su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. El poeta, que es un pequeño dios, como dijo Vicente
Huidobro, amasa sus poemas con un barro peculiar: el lenguaje, las palabras; y
en el núcleo esencial del poema esas palabras van formando un mundo, un espacio
textual donde la idea, caótica al principio o, como dice el autor, casi surrealista, va adquiriendo la
forma deseada hasta ser finalmente cuerpo de lo creado o –también en palabras de Chencho- objeto final.
Y ese objeto final atrapa en su
materia la realidad de un mundo convulso pero simple, áspero pero amable, cruel
pero clemente, a veces inhumano y a veces divino, donde cabe el amor, el dolor,
la esperanza, la guerra, la paz, la razón y la sinrazón, habitado por seres que
confluyen en uno, el hombre, una pequeña criatura condenada a la libertad y
abocada a buscar respuesta a sus anhelos. Como dice Pedro Sánchez Sanz –el
autor del prólogo -, los poemas de este libro, Creado a
partir del polvo de la tierra, se me antojan la narración de una génesis, las palabras
del primer hombre sobre la tierra, la voz de un ángel caído que, aún aturdido
por el golpe, da la bienvenida a la luz. Volvemos así al principio. Estaríamos
ante la descripción de un mundo nuevo. Al fin y al cabo la misión más íntima
del poeta es la de construirse un mundo a su medida.
El autor, que
fue presentado por Domingo F. Faílde, delegó la lectura de poemas del libro en
voluntarios del público, propiciando así un acto participativo e intenso.
Redacción.-