El
salón de plenos del Ayuntamiento de Puerto Real, a la sazón con su aforo
totalmente ocupado, fue el lugar donde Carmen Sáiz Neupaver presentó su libro
en aquella localidad.
Asignaturas del
aire, según Domingo F. Faílde, que pronunció las palabras de presentación,
es un libro que creció poco a poco, casi con mimo, al margen de esa prisa que
ha malogrado a muchos autores jóvenes, hundiéndolos en el caos o
precipitándolos en el oscuro resplandor de lo efímero, como flores de un día.
Ella, no. Carmen Sáiz es poeta de lenta elaboración o, dicho de otro modo, para
que quede claro, exigente; una autora incapaz de perderse en banalidades y que
encuentra en la forma un arsenal de ingenios para la perfección.
Carmen Sáiz se examina en cada verso
y les exige que den todo de sí, empezando quizás por lo más importante, la
armonía, la música, el ritmo inconfundible que es firma de la autora y que
obliga al lector a acompasar la lectura, acaso pretendiendo que su propia
dicción lata al unísono con el corazón del que escucha. Su ritmo acentual
subraya las palabras necesarias, atempera la emoción, enfatiza lo hermoso; es
el heraldo de su pensamiento, que navega, sereno en su intensidad, por ese
cauce o partitura lírica creados para él.
Carmen
es arquitecta de palabras. Para ella, el poema no es una mera concatenación de
palabras, reunidas casi al azar, sino un edificio perfecto, cuyos elementos
interactúan y constituyen un todo homogéneo, compacto, una unidad
significativa, un signo lingüístico preciso y precioso, que capta, una vez más,
la atención del lector, atrayéndolo a la diana de la idea. A esto llama la
crítica rigor constructivo y constituye una cualidad distintiva de los grandes
maestros.
Que
busca la belleza, es evidente. Que no se queda en ella, haciendo del poema un
objeto vacío, también es verdad. Entre fondo y contenido, el equilibrio es
siempre lo que conduce el verso, lo que guía el sentido profundo del poema, la
suprema razón de unos significantes que indagan en el texto la voz de la
autora, desechando los ecos, los ruidos, pero también los dulces halagos con
que, a veces, la forma se convierte en canto de sirena.
La
lectura, por parte de la autora, de una cuidada selección de poemas del libro
alternó con la voz y la música de Paco Medina.
Una
velada hermosa, en la que la poesía, como es debido, ocupó su lugar.
Redacción.-