El Palacio de Congresos,
junto al Tajo de Ronda, es uno de los mejores equipamientos culturales con que
cuenta aquella ciudad y en dicho espacio hay una pequeña y acogedora sala,
marco idóneo de encuentros literarios, lecturas poéticas y presentaciones de
libros, unos actos que nunca fueron, son ni serán de masas, por más que cuenten
con un público adicto, que los siguen con devoción. Esa sala, prácticamente
llena, albergó ayer por la tarde la presentación de El eco de las plazas, de Mariano Rivera Cross, que allí recalaba,
tras haberlo dado a conocer en Madrid, El Escorial, Jerez de la Frontera, El
Puerto de Santa María, Cádiz y otras localidades, donde el libro sorprendió por
la originalidad del tratamiento formal, por la oportunidad del tema abordado y,
desde luego, por la sinceridad y valentía del autor, que denuncia, en clave
lírica, pero con tono épico, la criminal injusticia de un sistema, que no halla
en su agonía otra salida que provocar la miseria, el hambre y la muerte de
millones de seres humanos.
Su protesta, su
clamor, llena las plazas del mundo y no sólo la célebre Sintagma, de Atenas, o
la madrileña Puerta del Sol, sino otras más próximas y entrañables. Lo de menos
es el lugar, lo importante es el eco de concentraciones y algaradas, que esparce
por los cuatro puntos cardinales la voz de hombres y pueblos con hambre y sed
de justicia, abocados a un destino miserable y cruel. Pero como no sólo de pan
vive el hombre, el poeta, lejos de ceñirse a la reivindicación de lo material,
señala también a aquellas coordenadas donde hacen aguas los valores morales,
que siempre tienen algo que ver con las demás carencias.
Mariano Rivera,
poeta veterano y catedrático emérito de
literatura, no da palos de ciego en esta entrega. Rechaza el dogmatismo, las
consignas gastadas y huye del panfleto, que suele degradar la expresión
poética, para zambullirse en aguas, no menos procelosas, pero más
transparentes. No es un poeta social, advierte siempre, y soslaya la poética
periclitada de los años cincuenta, consecuencia de otras circunstancias y
expresión de otra época, optando en cualquier caso por la denominada poesía de
la conciencia, más acorde con la actual realidad y, desde luego, con su propio
talante: tengo el corazón a la izquierda,
pero mi voz es libre como yo, acostumbra a decir.
Presentó y
presidió el evento la delegada local de cultura, Sra. Zarzavilla (PA), que realizó
su papel con encomiable sobriedad, no obstante algún fallo de protocolo –el autor
debía haber sido emplazado a su diestra-, que estimamos involuntario. Luego, la
poeta rondeña Antonia Toscano efectuó una breve introducción al libro
presentado, cuyas claves esenciales reveló al auditorio con claridad expresiva
y rigor técnico. Por su parte, el autor también estuvo breve y usó en sus comentarios
un tono ameno y didáctico, que cautivó a sus oyentes. Finalizado el acto, lo
vimos firmar ejemplares.
Siguiendo una
moda, que parece imponerse, la música haría acto de presencia, a cargo de un
joven pianista, José Sánchez Corrales, quién a sus dieciséis años, se mueve
entre las teclas con admirable soltura.
Redacción.-