Anoche, en el salón de actos de la Fundación Rafael
Alberti, tuvo lugar la presentación del reciente libro del poeta Julio Rivera
Cross. Mirar de amor es el título de
esta entrega, cuyas reminiscencias cancioneriles pretenden ser un guiño al
lector avisado, trasladándolo hacia aquel siglo XV en que había un poema para
cada ocasión. No es esto lo que alienta en su interior ni se trata tampoco de
un libro de poemas amorosos, sino la expresión más lírica y rutilante del amor
con que el poeta mira el mundo, la vida, su propia experiencia, para dejar
constancia de su paso.
El acto estuvo muy concurrido: poetas, autores de
teatro, actores, amigos y público admirador, asistieron a esta excelente velada
que, bajo los acordes de Marta Perry y
los versos del autor, derrochó emotividad y, sin lugar a dudas, belleza, pues
de eso se trataba.
Tras las breves palabras del concejal de cultura y el editor,
intervino la poeta Dolors Alberola, autora del prólogo y presentadora del libro:
Quien se adentre en “Mirar de amor” –dijo- observará
que, sin estridencias ni malabarismos, sin rupturas traumáticas ni concesiones
a lo establecido, el autor ha sabido forjar su poética, atenta únicamente al
dictado de su voz interior, que le va revelando sus arcanos, y él los reelabora
en su escritura con metáforas impregnadas de luz, con palabras incluso de
estirpe cotidiana, tocadas de rara magia, y una justa retórica que, aliada de
la sintaxis, acopla la expresión al contenido, obteniendo un estilo
caracterizado por el equilibrio de todos los elementos que intervienen en él y
una gran armonía, queimpregna los poemas de musicalidad. Por ella navegan la
emoción, la ternura, y, cómo no, la mirada del poeta, cuya poderosa
subjetividad unifica el discurso.
En opinión de
Alberola, el poeta contempla su
existencia. Ya no es un niño, un joven, sino un hombre maduro, cargado de
experiencia, que mira al niño, al joven, al hombre maduro que aún es y ve lo
que ha vivido y ve lo que ha ganado y ha perdido en la inicua ruleta de la
fortuna. Y ve, sobre todo, belleza, ríos y mares de belleza que, un día, cuando
él se vaya, se quedarán cantando como los pájaros de Juan Ramón Jiménez,
consciente de que éstos también mueren y que tan sólo el canto permanece. A
partir de este instante, Julio Rivera se metamorfosea: contempla lo cantado por
vivido y eterniza, en el milagro de su palabra, al amor, cima de todo lo
hermoso que ha poseído.
Y el poeta,
complacido, emocionado y consciente de su compromiso con la palabra, leyó
varios poemas de este Mirar de amor,
que el respetable acogió con aplausos, tras escuchar con arrobamiento los
versos de Rivera, quien más que añorar
aquello que el viento se llevó, parece celebrarlo con el mismo entusiasmo de
los descubrimientos juveniles y una mirada limpia, casi infantil, que sabe
renovarse en contacto con la naturaleza y emprender con serenidad nuevos vuelos.
Finalizado el acto, una larga hilera de lectores
aguardaba al autor, que tuvo que emplearse a fondo firmando ejemplares, en
tanto se servía una copa de vino, por gentileza de la editorial.
Redacción.-