En la introducción a la primera edición de Astrolabio, un libro inolvidable de Antonio
Colinas, el autor se refiere a la poesía como testimonio entre las piedras, por cuanto ellas encierran las
respuestas a las grandes preguntas del hombre. Quien conozca la obra de Dolors
Alberola, habrá observado sin duda que, a partir de El ojo y el tiempo, publicado por Vitruvio en 2007, la presencia de
la piedra, que ya aparece en Cementerio
de nadas, su primer libro, crece y se multiplica, tanto en sus inéditos
como otras entregas posteriores, caso del espléndido Del lugar de las piedras (2009) y Meteoritos. No es casualidad que el resumen antológico de su obra
anterior a 2006 se titule precisamente De
piedra y sombra.
Con estos
precedentes, no sería arriesgado afirmar que la piedra es para la autora una
especie de talismán y si, por una parte, nos proporciona documentación y
conocimiento, por otra es portadora de cualidades mágicas, que la convierten en
médium entre uno y otro lado de esa línea que separa o, en este caso, une el hoy y el
ayer. La piedra, por tanto, simboliza la unidad del tiempo y el espacio, una de
las constantes, sin duda la más significativa, de su obra poética. Se ha dicho
con razón que la escritura de Dolors Alberola intenta prescindir del espacio y
el tiempo como marcos o coordenadas de la experiencia, partiendo del supuesto de
que todos los sucesos acontecen en
sincronía. Algo similar sucedería con el espacio.
La piedra es más
longeva que el hombre y siempre nos rodea, nos acompaña, es parte de esta
química del carbono en la que nos movemos. No podemos dejar de lado lo que es
nuestro. Igual que no podríamos borrar ese deseo de perduración que llevamos
inscrito en nuestros genes, aunque cada vez más el desarrollo de la historia se
empeñe en restarle credibilidad. La luz está ahí, la energía está ahí y no
desaparece, también en la piedra está inscrito el hombre, en esa redondez de lo
planetario.
Meteoritos es esto: un libro construido con
imágenes que, a modo de flash, van dejando piedras en todos los poemas. Una
lluvia de piedras que mueva la
conciencia, a ser posible, dice la autora, a quien siempre ha interesado la
anulación de tiempo y espacio en su obra, pero también la fusión de la
tecnología, la matemática, las ciencias, las demás artes en la poesía. ‘Meteoritos’ es un balancearse en la
belleza. La piedra y la palabra son acaso la clave de nuestros
sueños de inmortalidad.
Como llovidas del cielo, certificando que la
materia es la misma en todos los rincones del Universo, las piedras toman
tierra, dejando tras sí una estela de luz. Pero también de sombra, desde luego, pues
Dolors Alberola no es órfica; es decir, no celebra la claridad de un mundo que
se presume perfecto, sino el extraño resplandor que se desprende del choque o
enfrentamiento entre los contrarios, sin por ello dejar que la sombra se adueñe
del mundo y mucho menos de su palabra, esa palabra que está inoculándonos sus
mundos para disimular un poco el hachazo de la muerte. De ahí que, con
frecuencia, los contrarios comparezcan emparejados y, a pesar de su
podredumbre, de vez en cuando el mundo se
inventa entre sus signos una rosa.
Huyendo de caminos transitados, la autora, en este libro,
ha apostado por el poema en prosa, que
poco o nada tiene que ver con la prosa poética: no olvidemos que, mientras la
prosa ordena enunciados, el poema ordena sintagmas, independientemente de su
disposición en el espacio textual, algo que ya demostrara magistralmente Juan
Ramón Jiménez. Comparten, eso sí, la poesía, que no es poco precisamente. Pero
además sucede que el verso es como un río, cuyo cauce contienen los diques de
la métrica. A veces, sin embargo, el caudal y la corriente son de tal magnitud
que el río se desborda y los versos se salen de sus moldes, invadiendo el
territorio de la prosa. El poema de verso
corto –dice Dolors Alberola- está tan
visto como la propia caligrafía, llegando -para mí- a parecer obsoleto. Acercar
el poema al edificio de la prosa es obra de ingeniería más actual; hemos de
arquitectar las cosas como requiera el tiempo, sobre todo si ese tiempo nos es
inherente y nos empuja a tales edificios.
Domingo F. Faílde fue el encargado de glosar el
libro, en el acto oficial de presentación, celebrado el día 12 en los salones
del Café Comercial, de Madrid, en el que también intervino el editor, Pablo
Méndez. Dolors Alberola leyó seguidamente poemas de Meteoritos, para acabar
firmando ejemplares del mismo.
Redacción.-