DESDE AQUÍ UD. PUEDE IR A:

CONVOCATORIAS

CONVOCATORIAS

Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
* * * * * * * * * *

25 de mayo de 2007

La inteligencia y los sentidos. En torno a "Declaración de un vencido", de Mauricio Gil Cano


MAURICIO GIL CANO
Declaración de un vencido
Cádiz, EH Editores, 2006

En la mirada, como en el modo de andar por la vida, se reflejan, en este caso el mirar y el ver del poeta, los movimientos y el mundo interior de las cosas que se miran. Es por eso que en la mirada particular de alguien, el modo de mirar, podemos apreciar la distinción y la actitud del saber bien, a nuestra manera, los entornos que nos limitan. Hay que afinar mucho, y aunque siempre corres el peligro de sobrepasarte, para escuchar los ecos del pasado y percibir la doble resonancia del amor y la muerte. Hay que ser humilde y transparente sabiendo armonizar el roce entre la inteligencia y los sentidos. ¿Dónde se encuentra el punto justo, su centro, el equili­brio, entre el deseo de satisfacer nuestra ansie­dad por conseguir la perfección, lo absoluto de cuanto se mira, y la impotencia que nos arrastra como la corriente desgasta un canto rodado? La tensión armónica, el arco que apunta desde la salida de la flecha, se encuentra en el conoci­miento y en la aceptación de nuestros límites. Mauricio nos lo dice con palabras y sonidos más ajustados, incluso, a la voluntad de nuestro sueño; con esa naturalidad que no demuestra esfuerzo: Un hombre existe con la misma leve/ fragilidad que el resto de las cosas./ Para morir también, como las rosas/ en el fulgor de algún otoño breve.
En la mirada del poeta, en Mauricio, también se manifiestan las entrañas de las cosas, el interior más profundo, el pozo que, en su mismidad, se nos hace imposible y nos agota hasta no poder apreciar lo más aparente, lo más sencillo en la misma superficie; pero es su claridad la que da la vuelta al guante, al pozo, para, desde su limpidez, apreciarlo en la sencillez de cuanto "un vencido" es consecuente, desde sus límites, de la grandeza de su empeño: Pero estas viejas piedras escriben un poema./ Una ciudad hundida es el más bello verso./ Las casas destruidas, la plaza abandonada/ son metáforas, signos, caligrafía adusta/ con que el tiempo rescribe, borra y vuelve a escribir.
Hay mucha sensibilidad y se esconde toda la inteligencia en los poemas de Mauricio Gil Cano. En los versos de Declaración de un vencido la ansiedad de vivir se reconforta en la fuga de lo vivido, y es por eso por lo que vencer o sucumbir son lo mismo desde la condición del que sabe que: Ahora que es de noche sé que lo será siempre,/ que nunca podremos amanecer cantando. Pero no por ello la derrota es un final, cuando no hay tiempo: Si fué un error vivir, aún quiero vida,/ otros cuarenta años/ para volverme a equivocar.
La austeridad con la que se habla de la plenitud del goce no niega, en absoluto, las ganas del vivir; es más, lo que de negativo nos pudiera resultar una palabra, un verso, un poema, glorifica la satisfacción de haber vivido un instante único: Supimos más belleza en la derrota,/ en ese privilegio de estar solos/ evocando bonanzas y tormentas,/festejando las penas/ como si fueran dichas de vivir.
La representación existencial de Declaración de un vencido responde a todo un periplo vital, donde el amor al mundo exhala lo mismo fuerza que descreimiento, completándose en la desaparición del mismo crepúsculo -el hombre- para integrarse y hacerse uno con la Naturaleza: los viejos que recuerdan otros días/ quizás más sensitivos y a otros viejos/ callando ante la noche descolgada;/ reflejos son de otras agonías,/ reflejos de reflejos de reflejos.
Declaración de un vencido responde al sutil maridaje de la inteligencia y los sentidos, a la gloriosa victoria del conocimiento de uno mismo frente o ante los demás; al buen hacer con el mundo de las palabras, al resultado del saber vivir, a la aceptación, desde la transparencia, de nuestros propios límites, y al sublime vuelo del águila, que aprendió el oficio de la caza y, también, a cómo responder al mundo con la declaración de un vencido. ¿Qué más le pode­mos pedir a lo más puro y esencial de la poesía?
.
© Miguel Galanes

15 de mayo de 2007

La experiencia o reconstrucción sentimental en la lírica de Domingo F. Faílde


No se trata de una provocación. Ni siquiera de un desafío ni de un lance en inciertos lugares. Faílde combatió de la experiencia sus desaguisados. Nunca, que yo sepa, combatió la poesía que tiene como origen y fundamento la experiencia vital, que sería como decir que está en contra de sí mismo o del poeta como individuo. En su poesía (me he dedicado mucho a ella y la conozco suficientemente) hay mucho de ser humano amenazado, pero también de ser humano que como un nuevo Prometeo se debate ante esa razón de la sinrazón, que ya proclamara Schopenhauer, como la única verdad: la finitud. Es algo que le acució siempre y está muy presente en su obra; de ahí un cierto tono elegíaco y trascendente que la inunda invariablemente, y con la que es fiel a sí mismo y al personaje que se ha inventado (todos al fin y al cabo nos estamos inventando a nosotros mismos como máscaras: Valle decía que sólo era máscara).
Pero, en La sombra del celindo (EH Editores, Jerez, 2006: una bella edición), el poeta giennense afincado en Jerez, resuelve la reconstrucción de la historia sentimental de Faílde. Incluso con citas de Gil de Biedma. En el magnífico Prólogo-Estudio de Juan José Téllez, El exacto lugar del crimen, lo afirma el escritor gaditano: Superado sobre todo la sucesión ininterrumpida de epígonos, Faílde se siente libre en "La sombra del celindo" para asumir los postulados propios de la experiencia que ya habían venido asomando tímidamente a su poética desde títulos como "Patente de corso" o "Náufrago de la lluvia”. Es cierto, incluso antes, porque no se trataría, como advertíamos, de novedad alguna si tenemos en cuenta el matiz inicial que he constatado.
Faílde reconstruye su espacio vital que suena muchísimo a don Antonio Machado: Recuerdo/ aquellas tardes idas, tan cálidas y lentas. Parece como si el ritmo acompasado de los poemas se hubiera proyectado desde una templanza que contempla con otra visión una nueva etapa en la vida de Faílde. Y el linarense se envuelve en la toga pretoriana de la memoria y se acicala con los componentes de la historia personal, familiar y temporal. Bajo la férula o la batuta de la forma de expresión narrativo-descriptiva su poesía se apodera de la confidencialidad, de las palabras a media voz, del rezo ateo de media tarde, para imbuirnos, para reverenciarnos, para acicalarnos el pensamiento y el sentimiento. Y de pronto se puede ver envuelto en la memoria del pecado (que tanto nos acompañó entonces en las sacristías) y puede liberarse de la memoria y proyectar sus venenos, sus prohibiciones, sus crímenes, y vuelve uno entonces a sentir que los fantasmas existieron y existen. Así dirá el poeta: Todo está igual: el patio, la celinda...Todo está igual como si hablara Parménides: el ser humano como algo no material, como Uno pero finito. Esa idea que tanto apasionó a Platón.
Faílde se detiene en ese ser Uno pero finito, quiere estar con él, adentrarse en las imágenes del pasado, reinventarlas, inventarlas, volver a vivirlas o vivirlas de nuevo, porque cuando se recuerda (no sólo se trae lo que se guarda en el corazón como dijo Schopenhauer) se crea de nuevo la realidad. Las cosas son otras y son las mismas. Ahí radica su versatilidad de piedra, su fortaleza de tumba y su ambición de idea. Ser y no ser y ser inventadas continuamente. En ese juego de espejos que es penetrar en el cofre de la existencia puede haber derrotas, como dice en Inventario, pero también la reivindicación de que la vida debe ser contemplada como juego, y ¡ay de aquel que no lo haga!
Comienza el poemario con Te contaré mi vida, infancia, olivos, vasta soledad, negrura, tristeza, el silencio, la muerte…, y siempre el otoño (como símbolo y como realidad incontrovertible) y esa sombra que proyecta el celindo, también llamado falso jazmín. Olor, prisión del olor y de las sombras y su proyección. Porque las antítesis están presentes en toda vida. La reconstrucción de la memoria soporta las inclemencias del tiempo y su paso (otro de los grandes temas permanentes de don Antonio), la singladura de lo que fue (con ese verbo ser en permanente ubicuidad), la acción de la literatura y la metaliteratura, la evolución, el ingenuismo inicial y el hito de un niño por el que va circulando como esperando encontrar de nuevo algo. Porque a la vez que la memoria se introduce en las habitaciones del recuerdo todo se va construyendo al unísono. Aparece el cine y la ironía en aquel cine que también tenía Impares fila 13 como la de los poetas experienciales: Allá en la fila 13, asiento 13/ -impares, comm´il faut-,/ de riguroso marinero, asoma/ Luisito la cabeza, ¡vaya tarde!
En ese transcurso, a veces lineal, pero siempre como singladura del monólogo interior, Faílde se refiere en El andén a la lucha antifranquista y construye como una historia de Hitchcock. Pero, ¿todo este proceso de introspección no es acaso un refugio? ¿No es una meditación a oscuras en la buhardilla caliente o fría de los días pasados? La exaltación llega con el verano, se asocia a su cambio vital aunque un aire melancólico de sospechosa tristeza siempre zahiere los mejores momentos en la existencia de Faílde. Una poesía directa, confesional, decididamente humana, en la que los destellos de la historia personal se dan la mano con las proyecciones simbólicas y con un lenguaje versátil y actual que habla de modo directo al sentimiento. Como se observa en el poema El poeta contempla una fotografía de su madre: Ochenta son sus años,/ pero ella, frente a mí, con su descaro/ de adolescente hermosa, se burla de mis canas/ y gasta alguna broma sobre el modo/ en que me voy haciendo pasto de la historia.
Un libro, sin duda, hermoso. Como esos cuadros que nos producen una profunda nostalgia y a la vez una tristeza que nos da alegría de un modo extraño. También al escribir su historia está escribiendo, en cierto modo, la nuestra. Y nos vemos en los libros prohibidos, en los deleites de amor a oscuras (siempre el amor era a oscuras), en la música de los Beatles o en el descubrimiento del mundo. Y finalmente, el oficio del poeta, el concepto de mentira en poesía: Importa menos la verdad que un verso/ escrito con pasión. Ahí radica la bonhomía de su obra no ajena al sentimiento y a las pasiones, no ajena a reivindicar una idea y a ser consecuente consigo misma.
.
© Francisco Morales Lomas

LOS VERSOS DEL 27: Paco Damas, en Jerez

La mañana del martes 15, a las 12, trajo a la Sala Compañía de Jerez de la Frontera un concierto del cantautor jiennense Paco Damas, que actuó para un público juvenil, excepcionalmente motivado y participativo. El aforo –unas quinientas personas- estaba totalmente ocupado.
Paco Damas (a quien el lector interesado podrá encontrar en www.pacodamas.com) puso en escena los trabajos de su disco Los versos del 27, en el que los poetas de aquella genial generación o grupo ponen la letra y el cantautor la música. De esta forma, se pretende acercar a los más jóvenes la poesía de aquellos maestros.
En efecto, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Luís Cernuda, Vicente Aleixandre y Manuel Altolaguirre, se fueron por las ramas de la música y sonaron con aire de balada, ranchera, rock o rumba, mientras el público, fascinado, acompañaba con palmas o coreaba los estribillos correspondientes. Hubo también un recuerdo –al margen de la música, eso sí, pero intenso y emotivo, en la voz de un pequeño grupo de adolescentes, que leyeron sus versos- para las grandes olvidadas, las mujeres del 27: Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre...
Durante algunas horas, podía oírse en las calles de la ciudad aquello de Dije: Todo completo, las doce en el reloj...
.
Redacción.-

Las Noches de Elvira: SE REANUDA LA TERTULIA. Esta vez, en torno a la obra de ADONIS



El próximo miércoles, día 16, a las 7,30 de la tarde, y tras el paréntesis impuesto por la feria, se reanudará la tertulia poética Las noches de Elvira en el bar Cachón, como viene siendo habitual.
En esta ocasión, se hablará de la obra del gran poeta sirio-libanés Ali Ahmad Said, más conocido como Adonis, una figura cumbre de la poesía àrabe contemporánea.
Ali Ahmad Said nació en Qasabín, Siria, en 1930. En 1956 fundó en Beirut la revista Si'r (Poesía). En Damasco, Adonis ejerció el periodismo durante dos años hasta que en 1956 se vió obligado a trasladarse a Beirut (Líbano) después de haber sido encarcelado por sus actividades políticas. Al estallar la guerra civil en el Líbano (1980), emigró a Francia, donde reside en la actualidad.
Ha publicado numerosos libros, entre ellos, Primeros poemas (1957); Hojas en el viento (1958); Canciones de Mihyar el de Damasco (1961); Libro de las huidas y las mudanzas por el clima del día y de la noche (1965); Epitafio para Nueva York (1971); El tiempo de la poesía (1972); Singulares (1975); Las resonancias, los orígenes (1989); Homenajes (1988); La palabra de los orígenes (1989); El tiempo, las ciudades (1990); y Crónica de las ramas (1991).
En 1997, en el festival Struga Poetry Evenings de Macedonia, le fue otorgada la Corona de Oro. Adonis es también un gran pensador y ensayista y ha sido considerado como uno de los más grandes poetas vivos en lengua árabe. En su obra se mezclan las tradiciones del mundo árabe con un cosmopolitismo de tintes surrealistas y con la cultura europea.
Tras los debates de rigor, los asistentes a la tertulia darán lectura a sus propios poemas.
.
Redacción.-

3 de mayo de 2007

"Zantesdechia. El patio de las trompetas": Inmaculada Jiménez Montero presentó su primer libro

Inmaculada Jiménez Montero presentó ayer en La Línea su libro “Zantesdechia. El patio de las trompetas”, con el que deja de ser inédita. No obstante, ya contaba en su haber con alguna comparecencia en la revista “Aleceia” y otras publicaciones literarias, en cuyas páginas empezó a darse conocer.
El acto, que resultó emotivo y brillante, se abrió con la palabra institucional de Alfonso Escuadra, concejal de Cultura del consistorio linense, y Estefanía Sánchez, responsable del Aula de Literatura “Gabriel Baldrich”, que cederían su sitio en la mesa a Dolors Alberola y Joaquín Bassecourt, prologuista e ilustrador, respectivamente, del libro presentado, una excelente edición, como pudimos comprobar.
Dolors Alberola dio lectura al texto de su prólogo, destacando las cualidades poéticas de la autora, el sentido clásico de la composición y su delicadeza expresiva.
Tras las palabras de Joaquín Bassecourt, explicando su trabajo como ilustrador, que culminó con la lectura de un soneto, tomó la palabra Inmaculada Jiménez Montero.
La poeta, muy emocionada, se explayó en una larga lista de agradecimientos, que justificó con sobradas razones, para cerrar el acto con la lectura de dos poemas. Al público le supieron a poco y, a petición de los asistentes, la autora tuvo que leer uno más.
Fue un acto muy hermoso, adornado por la sencillez, naturalidad y modestia de la autora, que comparecía ante sus lectores con sólo su verdad, que no es poco, y aun, en los tiempos que corren, es mucho.
Inmaculada Jiménez Montero estuvo arropada por familiares, amigos y otros poetas que acudieron a esta entrañable cita literaria: los ya mencionados Dolors Alberola y Joaquín Bassecourt, Carlos Guerrero, Manuel Saborido Pastor y Domingo F. Faílde, entre otros.
.
Redacción.-