DESDE AQUÍ UD. PUEDE IR A:

CONVOCATORIAS

CONVOCATORIAS

Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
* * * * * * * * * *

3 de septiembre de 2006

El Grito


No era, desde luego, ni la primera vez que lo robaban ni la única versión del celebérrimo cuadro que atraía al osado ladrón, pues ya en 1994, aprovechando la confianza de los noruegos en sus propias virtudes cívicas, una banda de amigos de lo ajeno entró en la Galería Nacional y, a cambio de la pieza secuestrada, uno de los bandidos o todos a una, como en Fuenteovejuna, váyase a saber, dejó una nota a los responsables de la pinacoteca, agradeciéndoles la falta de seguridad del recinto. Cínicos, los muchachos, y amantes de la pintura, pues no tardaron mucho en poner precio al botín: un millón de dólares, que el gobierno tendría que pagarles o, mire usted, no respondo de lo que pueda pasarle. Afortunadamente, sólo pasó que la policía recuperó la obra sustraída y en paz.
Lo peor, sin embargo, ocurrió años más tarde, cuando un grupo de atracadores, armados y enmascarados, irrumpió en el museo que lleva el nombre del pintor y se llevó consigo la versión más famosa de El Grito. Los ladrones, contra lo que cupiera esperar, eran más peligrosos por románticos, pues en vez de pedir un rescate, como mandan los cánones, se limitaron a raptar el objeto de sus amores y retirarse de la circulación, sin que de nada valieran las recompensas ofrecidas a quien correspondiese ni los esfuerzos de la policía.
Setecientos treinta y siete días, con sus respectivas noches, los ciudadanos del siglo XX –pues los más madrugadores del XXI no han salido todavía del jardín de infancia- hemos ido y venido por la existencia con un nudo en las tripas y esa inquietante sensación ansiedad y vacío que Jean Paul Sartre bautizó con el nombre de náusea, como si nos hubieran arrebatado la identidad y nuestro frágil ser-en-el mundo, aquello que Heidegger denominó ‘dasein’, estuviese a merced de unos desalmados y, en el momento más inoportuno, pudiera suceder lo peor.
No ha sido así. Y, como más vale tarde que nunca, la policía noruega se ha cubierto de gloria, recuperando el cuadro, sano y salvo, y demostrando a las nuevas generaciones que, como se decía en otra época, el criminal nunca gana.
Lo contrario, naturalmente, nos hubiera sumido en una especie de orfandad metafísica; algo así como si, de pronto, acostumbrados a mirarnos el ego y el superego, alguien, por real decreto, por que le dé la gana o, sin más, por hacer una gracia, viene y nos quita todos los espejos, se lleva nuestras fotos y se apropia de nuestros pasaportes, visados y carnés, dejándonos perdidos y chafados, sin nombre con que llamarnos, sin raíces ni antepasados a quienes recurrir, sin edad, sin oficio, sin historia, conservando, eso sí, lo que no vemos: ese grito terrible y silencioso que se eleva desde la noche de nuestra sangre y rompe las barreras de la voz para rasgar las ondas del aire y expresar, como hiciera Edvuard Munch el dolor y el horror de una especie condenada a vivir para la muerte y errar, sin esperanza, por el vasto desierto del sinsentido.
Ahí está, nuevamente, recordándonoslo. Nadie podrá robarlo sin quemarse las manos. El Grito es, más que un cuadro, el fantasma de nuestra condición.
© Domingo F. Faílde
© Diario Europa Sur, 04.09.06.-