Mauricio Gil Cano y Juan Diego (Perpetuo) Fernández recordaron anoche los versos transgresores de Fernando Cañas, poeta fallecido en trágicas circunstancias, hace ahora dos años.
El acto, que tuvo más de performance que de clásico recital, de concierto punk que de lectura poética, apostó por lo escandaloso, y no caprichosamente sino porque la breve obra del homenajeado se inscribe en esa línea marginal y rebasa con creces el malditismo de autores como Baudelaire, por citar un ejemplo conspicuo. Su muerte, incluso, nos recuerda a la de Gerard de Nerval, no menos sórdida.
Los organizadores, en su afán de moderación y resueltos a no cansar al público que, una vez más, llenaba el salón de actos de la Escuela Profesional de Hostelería jerezana, omitieron tal vez una introducción a la obra de Cañas, que hubiera contribuido, sin duda, a una mejor comprensión de lo que allí ocurrió: bellas diapositivas como telón de fondo y la voz de Juan Diego, cantando, leyendo, glosando y, en suma, divirtiendo o escandalizando, según a quien.
Porque la mayoría, a juzgar por los aplausos, acogió complacida la crítica ácida del malogrado autor, pero hubo también más de uno que abandonó la sala, visiblemente disgustado. Estaban en su derecho, aunque “no hay nada nuevo bajo el sol” y este tipo de epifenómenos ya se daba en la antigua Roma e hizo las delicias de mucha gente en nuestro lírico siglo XV, cuyos nobles y elegantes poetas escribieron sarcásticas diatribas contra la corrupción de Castilla y el todopoderoso don Álvaro de Luna. A finales del XIX, nuestro lánguido Bécquer, con las ilustraciones de su hermano, escribió un divertido libelo antiborbónico, que hoy suele silenciarse. Y es que hay muchas poéticas y muchos registros, de manera que autores ny lectores tienen donde elegir.
El catering, espléndido y excelentemente servido, puso fin al festejo, que se prolongaría, fuera ya del recinto anfitrión, en la Negra, antro glorioso y reserva espiritual de la noche jerezana.
© DFF
Jerez, 22.09.06.-
El acto, que tuvo más de performance que de clásico recital, de concierto punk que de lectura poética, apostó por lo escandaloso, y no caprichosamente sino porque la breve obra del homenajeado se inscribe en esa línea marginal y rebasa con creces el malditismo de autores como Baudelaire, por citar un ejemplo conspicuo. Su muerte, incluso, nos recuerda a la de Gerard de Nerval, no menos sórdida.
Los organizadores, en su afán de moderación y resueltos a no cansar al público que, una vez más, llenaba el salón de actos de la Escuela Profesional de Hostelería jerezana, omitieron tal vez una introducción a la obra de Cañas, que hubiera contribuido, sin duda, a una mejor comprensión de lo que allí ocurrió: bellas diapositivas como telón de fondo y la voz de Juan Diego, cantando, leyendo, glosando y, en suma, divirtiendo o escandalizando, según a quien.
Porque la mayoría, a juzgar por los aplausos, acogió complacida la crítica ácida del malogrado autor, pero hubo también más de uno que abandonó la sala, visiblemente disgustado. Estaban en su derecho, aunque “no hay nada nuevo bajo el sol” y este tipo de epifenómenos ya se daba en la antigua Roma e hizo las delicias de mucha gente en nuestro lírico siglo XV, cuyos nobles y elegantes poetas escribieron sarcásticas diatribas contra la corrupción de Castilla y el todopoderoso don Álvaro de Luna. A finales del XIX, nuestro lánguido Bécquer, con las ilustraciones de su hermano, escribió un divertido libelo antiborbónico, que hoy suele silenciarse. Y es que hay muchas poéticas y muchos registros, de manera que autores ny lectores tienen donde elegir.
El catering, espléndido y excelentemente servido, puso fin al festejo, que se prolongaría, fuera ya del recinto anfitrión, en la Negra, antro glorioso y reserva espiritual de la noche jerezana.
© DFF
Jerez, 22.09.06.-