Como estaba previsto, el pasado día 7 las voces de los poetas Carmen Sáiz y Álvaro Altozano contribuyeron al calor de una noche que se auguraba cálida, en efecto, y a ello contribuyeron, sin lugar a dudas, dos jóvenes músicos, Ana Fernández, volando sobre las notas de un saxo, caluroso, como es de rigor, y Francisco Camas, que hizo lo propio al timón de su piano. Unos y otros, pusieron al rojo vivo el mágico pasadizo donde el bar La Carmela monta su santuario.
El único problema que cabe reprochar a este acto multitudinario fue justamente eso, la asistencia masiva de público que, abigarrado en tan pequeño espacio, llegaba a dificultar el seguimiento del mismo, a lo que, por su parte, contribuyó un grupo impresentable de yanquis que, acostumbrados a invadirlo todo, creyeron que aquel espacio era alguna remota república bananera y metieron la pata, jaleados, para colmo, por unas cuantas indígenas, con traza de pijas, a quienes habría que agradecer se quedaran en casa y, a ser posible, con la pata quebrada, ¡faltara más!
Incidencias aparte, felicitamos a los poetas y, por descontado, a los músicos. A Carmen Sáiz por su virtuosismo, pues domina la técnica hasta el punto de que ésta, el alguna ocasión, devora a la emoción de sus versos; a Álvaro Altozano por la lealtad a sus tradiciones y el esfuerzo por escarbar en ellas su propia voz.
Noveles, desde luego, una y otro, que no novatos, entiéndase, pues saben ambos bien lo que se hacen y su potencia lírica los convierte en firmísimas promesas por las que bien merece la pena apostar. En cualquier caso, quienes hacemos El Callejón del Gato, creemos que la Sáiz está madura y bien podría centrar su inspiración y esfuerzo en alumbrar algo más que una brillante colección de poemas. Hablamos, pues, de un libro.
Y a los dos, por supuesto, nuestro aplauso. El más caluroso.
© DFF. Jerez, 10.09.06.-