En una feria fantasma, todo lo que se haga es
igual, un tanto fantasmagórico, por más que para casos como éste sea preciso
echar mano de la imaginación y, llevándola por bandera, suplir carencias y
deshacer entuertos, aunque no falte quien, para echar leña al fuego de otra
hoguera –la de la tribu mediática de siempre-, recurra a su patente de corso en
los medios desinformativos para descalificar a diestro y siniestro, mezclando a
su antojo churras y merinas, mientras los de costumbre se la siguen montando a
su manera con sinecuras y cosmopoéticas. A buen entendedor…
El caso es que Origami, para coger el toro por los
cuernos, acaba de echarse a la calle y, si no multitud, si una buena partida de
soñadores se acercaron a los libros y escucharon en libertad y sin compromiso
la voz de los poetas que, en esta ocasión y esperemos que sienten precedente,
han comparecido sin más armas ni armaduras que sus obras respectivas, con el
sello de su editorial.
A lo largo de la semana, habían ido compareciendo
en una de las salas municipales y esta noche en la Plaza del Arenal, entre
tiovivos y procesiones, a la sombra del célebre espadón, como respuesta a la
tibieza oficial y al ninguneo de los especialistas en creerse llamados y
elegidos, decidieron lanzarse al vacío y ocupar el espacio público. La calle –debe
de ser el signo de los tiempos- respondió.
Y allí estaban Antonio J. Sánchez, Chencho Ríos y
Pedro Sánchez Sanz, presentando sus libros, como ya lo habían hecho Dolors
Alberola, Carmen Sáiz Neupaver y el propio Antonio Huerta, algunos de los
cuales se acercaron también al micrófono y sembraron la noche de poesía.
Hay gestos y actos que hacen camino.
Redacción.-