En los tiempos que corren de involución
carcunda, no sabemos si tiene emperatriz Lavapiés, como cupiera deducir de una
célebre copla- o si, en mejores épocas. cada mujer fue reina de su espacio,
tejedora de sueños o musa literaria, mientras el oleaje de la vida llenaba
calles y plazas de restaurantes indios, chinos y mexicanos, que echaron de su
casa al sabroso cocido o impregnaron los callos de sabores espurios, a mayor
gloria de la velocidad que, en casos como éste, no se confunde con el tocino.
Allí, al final de la calle
empinada que del barrio recibe su nombre o viceversa, hay uno de esos sitios,
llenos de luz y magia, donde los libros, la cerveza, el vino y la inteligente
conversación conviven en creativa armonía, recibiendo y proyectando la palabra
que viene de fuera y la que allí florece, vital y asilvestrada, con el frescor
naciente de lo auténtico. Hablo de El
dinosaurio todavía estaba allí, a la sombra de un conocido microrrelato,
una pequeña librería, con mostrador y mesas de taberna, que, el sábado pasado,
acogió la presentación de Origami, ante una treintena de personas, jóvenes en
su mayoría.
Antonio Huertas, editor y, en
esta circunstancia, maestro de ceremonias, habló de su proyecto con las
palabras justas y mostró a sus presentes el tangible catálogo de sus
publicaciones. Allí estaban los libros de, entre otros, Jacob Iglesias, Ángel
Fernández Fernández, Antonio Sánchez, Carmen Sáiz Neupaver, Dolors Alberola y
el propio Antonio, cuyas voces, salvo alguna ausencia, alternaron con las de
otros autores, que se sumaron a un acto emotivo, intenso y esperanzador. Entre
los asistentes, Esteban Gutiérrez Gómez, un magnífico narrador.
No hubo música ni performances y la palabra compareció
desnuda, pues en literatura el texto es la verdad, toda la verdad y nada más
que la verdad, sin que sea preciso jurarlo sobre la Biblia. Si hablamos de
nivel, habrá que señalar algunos escalones, como en toda apuesta de riesgo,
sobre todo cuando se trata de construir el futuro, pero el saldo, sin duda,
arrojó superávit, con creces.
Quedó constancia. Ahora, el
tiempo dirá.
Redacción.-