Anoche, martes de las últimas estribaciones veraniegas y rodeados de un público delicado e inteligente, ajeno a la pelota que tontea por estas tierras natales, atontando a una población cada vez más conducida, tuvimos el placer de escuchar a tres grandes de la poesía. Tras ser presentados por la poeta Dolors Alberola y ante la idea de Domingo F. Faílde de realizar las lecturas siguiendo el orden alfabético, éste mismo comenzó con un certero y hermoso recorrido por poemas inéditos de varios libros que verán la luz en breve. Si alguien pronunció que los poetas estamos últimamente quemados, se achicharró la lengua, puesto que, como el buen brandy, la poesía de nuestro autor, actualmente Jerezano, pues en esta ciudad tiene organizado su asiento, adquiere cada día más solera, más aroma, más cuerpo, si es que ello cabe.
Veinte minutos de profundo y delicado canto y pasamos a Carlos Guerrero, importado de un poco más al sur, de las orillas azules de la mar que también impregnaron sus exactísimos y atrapantes versos, durante el recorrido, también inédito, por otros libros a punto de nacer.
La noche iba adentrándose en nuestros ojos, en nuestra piel, cada vez con más luz, con más intensidad. Ya para no morir, para no dejarnos acuchillar por el síndrome de la hermosura, dimos paso al tercer y último poeta de la noche, Juan José Téllez, que con su peculiar y personalísima música, su interesante decir y su chispa de ironía clarísima, nos deleitó y sorprendió con otros inéditos suyos, una parte de ellos rabiosamente actual y urgentemente necesaria, ante la sarta de increíbles sucesos que vienen atentando y atentan gravemente contra la esperanza del hombre, tumbando más aún su increencia.
Una velada magnífica, con un público inesperadamente más numeroso que el que hacía prever esa nueva jornada de pelotera sandez nacional.
Redacción.-