Con casi 80 años, la poeta jerezana Vicenta Guerra sigue dándonos muestras de la juventud de su inspiración y de su enorme interés por la educación de los niños, a quienes, más de una vez, ha dirigido su aliento creador. Todo ello, unido a la pulcritud con que acostumbra a bruñir sus poemas, le ha valido varios premios y el reconocimiento unánime de sus numerosos lectores.
Con estas credenciales, el pasado día 5, presentó en la Real Academia de San Dionisio el libro que, de momento, cierra su producción. Se trata de Erre con erre, retahílas y adivinanzas, dirigido, como ya se ha dicho, a los niños y dedicado a todos los que han hecho de su vida un ministerio para la educación de los mismos, en homenaje claro y decidido a la figura del maestro.
El poeta arcense Antonio Murciano, en su condición de vicepresidente de la institución anfitriona, tomó la palabra, tras las protocolarias de la presidencia, para, en primer lugar, poner donde conviene a la autora del libro: la generación del 50, a la que pertenece cronológicamente y de la que, sin embargo, se segrega al optar por la tradición de quienes prefieren aquella poesía clara, transparente, de tintes populares, que parte de Bécquer y pasa por el 27. Murciano subrayó la aportación de Guerra a la poesía escrita para niños, que cuenta en España con cultivadores de la talla de Gloria Fuertes, lamentando que este fenómeno literario no haya sido estudiado hasta la fecha con la debida profundidad.
Llegado el turno de Vicenta Guerra, se despachó la autora como suele hacerlo, es decir, derrochando ingenio y cautivando al público que llenaba el salón de actos con su indudable encanto personal y la magia, evidente también, de sus versos, compuestos con palabras cadenciosas de rima fácil y sonora, casi tan sencillas como las sonoras risas infantiles, o las canciones rítmicas de juegos de patio de vecindad o de rincón de jardín ameno y coqueto, como dice Severino Barra en su acertado prólogo.
Redacción.-