Cuando da la impresión de que la poesía –falta a veces de ingenio, ayuna en ocasiones de interés para un público totalmente alienado- carece de lugar y, como dijo Bécquer, falta de asuntos, está a punto de enmudecer, sorprende que en Jerez de la Frontera quinientas, cien, ochenta personas, pues la cifra varía según la ocasión, se reúnan en torno a un poeta, un libro, un puñado de ensueños, y sigan la lectura del autor en un silencio casi religioso, que sólo se interrumpe para abrir la compuerta del aplauso y dar rienda suelta a la general emoción.
Esto no constituye novedad, desde luego, pues hubo, hay y habrá en aquella urbe poetas emblemáticos, de esos que estremecen al mundo con su palabra, poetas de verdad, de los buenos –para aclararnos y aclarar las ideas a muchos estreñidos- , que han movido montañas, multitudes, pasiones, y que, como pregona el refrán, “quien tuvo, retuvo”, gracias a ese milagro de la poesía, capaz de sacar agua de las piedras y hacer amigos hasta en el infierno.
Uno de esos poetas, y en un lugar señero, es Mauricio Gil Cano, que ha sabido granjearse el interés de la gente y abrir nuevos espacios, formas y usos para saborear la poesía. Así que hemos seguido de cerca su andadura y saludado con merecido alborozo –patente en esta página- su “Declaración de un vencido”.
El pasado día 8, a las 20, 30 de la tarde, en el salón de actos de la Escuela Profesional de Hostelería, lleno hasta rebosar, ofreció una lectura de este libro, que convenció y emocionó. Así de sencillo. Así de claro.
El acto comenzó con las palabras de Francisco Carrasco, responsable de las actividades culturales de EH, que dio paso al conocido presentador de TV Juan Diego Fernández, amigo personal del poeta, que, con amor y humor fraternales, expuso a los presentes los rasgos más notables de la personalidad de Gil Cano y sus impresiones sobre el libro.
Llegó, por fin, el turno del autor, y fueron desgranándose los versos, los poemas, los comentarios, breves e inteligentes, a todo lo cual el violín de Sophía Cuarenghi sirvió adecuado fondo musical.
Lo dijimos en su momento: poemas excelentes, algunos de los cuales son dignos del antólogo más exigente y están llamados a perdurar, testigos de cuanto, noble y perfecto, ha de alzarse por encima de la mediocridad de estas últimas décadas, para dar fe de vida de la palabra escrita.
Cuando todo acabó, cesando la voz del poeta, corrió el vino a raudales y la velada concluyó en fiesta.
© Domingo F. Faílde
Jerez Fra., 12.06.06.-