La poesía no es nuestra –dijo Dolors
Alberola al comienzo de su intervención-,
somos acaso meros receptores, como si, de pronto, se nos posara un pájaro en el
hombro y lo dejásemos estar. Poco antes, en sus palabras de presentación,
Domingo F. Faílde había hablado de la memoria, unificadora del tiempo, y la función
vivificadora de la poesía: en la palabra
resucitamos lo ardido, encendemos de nuevo lo que ya se ha apagado, derribamos
el muro de la muerte y llevamos el latido de la vida a los dominios de la
oscuridad.
Así daba comienzo
la presentación en la capital gaditana de Sobre la oscuridad, protagonista del
acto celebrado ayer, por la tarde, en Alejandría, Libros & Café, en pleno
centro de la ciudad, ante un auditorio que fue creciendo, poema a poema, hasta
llenar el establecimiento que cuida y dirige Dina El Ghoulbzouri Torres. La poesía, mi poesía –advirtió la
autora- puede ser triste a veces, porque
la vida lo es; nos salvamos de la tristeza regresando al origen, viajando en la
memoria por el paraíso perdido. Dicho lo cual, condujo a los oyentes al
mundo de su infancia, contrapunto luminoso de la oscura realidad de la
historia. La lectura de los poemas, sabiamente contextualizados por la poeta,
fue seguida con gran interés.
Puso punto final
Antonio Flor, cantautor gaditano, también poeta y escritor, que supo rubricar
con voz y música una velada mágica, a pesar de un suceso anecdótico –acaso debimos
decir esperpéntico- que obligó a efectuar una pausa, tan larga y tamborileada
como la procesión que por allí pasó, con desprecio total a la ciudadanía. Spain
is different, desde luego. Menos mal que el cantante, con oficio y habilidad,
recompuso el ambiente y cerró con poemas de Dolors Alberola y Josela Maturana y
la hermosa T’estimo, de Lluis Llach.
Memorable.
Redacción.-