La sexta jornada de La voz y la palabra congregó al numeroso público que atestó las instalaciones de DamaJuana, en torno a tras poetas y un cantautor, protagonistas de una velada memorable, una más, como siempre que irrumpe la poesía y toma posesión del tiempo y el espacio, del aire y la noche, del corazón y la inteligencia de quienes saben leer y escuchar.
Francisca Cortés, Antonio Serrano Cueto y Julio Rivera Cross fueron los encargados de atizar el fuego de la palabra. Fernando Lobo, voz y música de alto vuelo, puso rúbrica hermosa y cerró la sesión.
Paqui Cortés, la más joven, con su poesía visceral e intensa, entró a saco en la sensibilidad del público, al que sorprendería gratamente con su capacidad de emoción, pues no en vano, como dijo de ella Dolors Alberola, disfruta compartiendo sus sentimientos y es su poesía un desnudo visceral de sus emociones. La autora de Pasión inédita hizo gala de ello, a través de poemas con la extensión precisa y la palabra exacta, sin que la densidad de su lenguaje fuese jamás obstáculo a la comparecencia de la metáfora, la imagen deslumbrante, el hallazgo extrañador.
Antonio Serrano Cueto (Cádiz, 1965), autor de un libro de poesía, titulado No quieras ver el páramo, es, en el mejor sentido de la palabra, un clásico, no porque se complazca en transitar esa senda, sino porque, partiendo de la tradición, ha encontrado la forma de proyectarla a la modernidad, imprimiéndole las características de un estilo nuevo y original. Profesor universitario y especialista en filología latina, se diría empeñado en proponer al lector la estética de un retoñado renacimiento, a medida del hombre y cultura de hoy. Sus poemas conmovieron y deslumbraron por su perfección.
Julio Rivera Cross (Jerez de la Frontera, 1943) estuvo a la altura que cabe esperar de su trayectoria. Es un maestro y poco puede añadirse a su condición, forjada día a día en fecunda contienda con el lenguaje. En su mano, el signo lingüístico se ciñe como un guante al pensamiento y a la emoción, con una intensidad que el poeta gradúa sabiamente a su antojo, con esa rara facilidad que trasluce el milagro poético. Julio Rivera se desangró en el verso y lo hizo apoyado en la forma, consciente el poeta de que el abismo mediante entre lo patético y lo sublime lo ahonda la dicción, terreno éste donde el autor de El fuego de su música, Al sur del Sur y Habitación en la tierra, entre otros, se mueve con indiscutible autoridad.
Cerró el acto Fernando Lobo, cantautor gaditano de voz personal y cálida, que interpretó un poema de Carlos Edmundo de Ory y un magnífico blues, seguidos por el público con el natural entusiasmo, pues Lobo cuenta con numerosos admiradores, que valoran su forma de interpretar una variada gama de estilos, desde la música más tradicional al rock acústico.
Al comienzo de la sesión, Dolors Alberola dedicó unas palabras de gratitud a Francisco Carrasco Marchal por su valiosa aportación a la puesta en marcha y coordinación de este ciclo poético.
Redacción.-