Anoche tuvo lugar en El Puerto de Santa María la presentación de Papiros de Tebas, del poeta Rafael E. Poullet. El acto se celebró en la Fundación Rafael Alberti, de dicha localidad, ante un numeroso público, que copó prácticamente el aforo del auditorio. La escritora Verónica Pedemonte efectuó la glosa del libro y el autor, seguidamente, refirió los detalles de su génesis y algunos datos reveladores del proceso de escritura, antes de dar paso a la lectura de una cuidada selección de poemas, jalonada de sabrosos comentarios y sugerentes anécdotas.
Mucho se ha hablado del helenismo de Rafael E. Poullet, una actitud estética que, lejos de pastiches y epigonismos, concibe la literatura, el arte y, en general, la cultura como una constante actualización de aquel gran movimiento, que expandió el humanismo por todo el mundo civilizado. De ahí que, no obstante su veneración por lo griego, se sitúe en el orbe laitino, hijo al fin de la Bética, provincia de aquel Imperio, y feche sus escritos reemplazando la era cristiana por la de Augusto. Por todo ello, su acendrado clasicismo –en la acepción más pura del término- suele vestirse con ropajes de modernidad e incorpora, por tanto, elementos contextualizadores, que enriquecen su discurso y, al mismo tiempo, intentan granjearse la complicidad del lector. El influjo de los trágicos griegos o poetas latinos tan transgresores y originales como Catulo, abre las puertas del panteón literario del autor para que entren Kavafis y otros enamorados del helenismo y, por supuesto, del hedonismo, versión Epicuro, que tan caro le es.
Parte Papiros de Tebas de un equívoco deliberado, procedente de la tradición: la técnica del manuscrito encontrado, presente sobre todo en la narrativa, parece quiera señalarnos lo que en estos poemas hay de ficción, de relato y, cómo no, de poesía, a todo lo cual no es ajeno cierto aparato teatral, presente en algunos poemas corales de gran calado. Nos encontramos, pues, ante una fusión de géneros literarios o, lo que viene a ser igual, la superación de los mismos. Rafael E. Poullet, no lo olvidemos, es poeta ingenioso y un mago del lenguaje.
Se supone que, en un viaje a Egipto –no sabemos si real o imaginario-, compró a un chamarilero una sucia carpeta que contenía cincuenta y cuatro reproducciones de papiros antiguos, luego transcritos por algún egiptólogo amigo, que le inspiraron la versión poética de aquellos y, en consecuencia, las cincuenta y cuatro poemas del libro, algunos de ellos en prosa poética –así los considera el propio Poullet-, cuentos acaso, de deliciosa lectura.
En su incursión por el Egipto eterno, nos conduce, según Pedemonte, a un país de castas, donde puede un esclavo ser más libre que un amo o más afortunado que un rico, e incluso, puede alcanzar la libertad en un tiempo donde ética y estética no estaban reñidas. La larguísima sombra de Epicuro y sus altos conceptos morales se proyectan también hacia la más remota antigüedad.
Un libro, en fin, original y hermoso, colofón, por ahora, de una obra coherente y rigurosa. No es la primera vez que, en estas mismas páginas, hemos considerado al autor como una de las voces más sólidas del entorno. Por sus poemas lo conoceréis.
© Domingo F. Faílde, 2011.-