Acostumbrados al divismo y la egolatría, que son norma entre la grey literaria, sobrecoge la sencillez de Paco Algora, un magnífico actor de reparto que ha protagonizado casi medio siglo de cine español, a cuya dignificación contribuyó como pocos. Se inició, sin embargo, en el teatro, integrado en un grupo ya mítico: los Goliardos, que rompieron con la tradición dominante en la escena española y revolucionaron técnica, argumento e interpretación, al más alto nivel, cuando la más mínima innovación constituía una auténtica heroicidad. Hoy, sin dejar de ser lo que fue, es también escritor, con dos libros publicados: Romance de locos, coplas de ciegos y Me llamo Jonás: vengo del vientre de la ballena y humildemente pido la palabra.
Y con esa humildad, la pidió y la tomó, ayer por la tarde, en la librería Hojas de Bohemia, pero no para sí. Su voz lanzó a los vientos la de otros poetas que, lamentablemente, han sido arrinconados por el sistema y amordazados por los secuaces del pensamiento único. León Felipe –imprescindible en los años de la denominada transición-, Gabriel Celaya –que murió en la miseria, mientras medraban otros, crecidos a su sombra- y Miguel Hernández –a quien se intenta recuperar, descafeinándolo- sonaron a gloria y emocionaron a la concurrencia, mientras el bueno de Paco Algora ponía los puntos sobre las íes, denunciando la creciente manipulación del arte y la cultura, las máscaras de la nueva censura y la amnesia de todo un pueblo.
Lo hizo como sabe, como el actor que es, dejando el escenario y tomando al asalto el patio de butacas, para interactuar con el público. Lo logró y el acto, concebido como mera lectura, dio paso a una tertulia sabrosísima, en la que todos participaron, prolongando el debate hasta agotar el vino y el horario.
Redacción.-