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CONVOCATORIAS

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Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
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12 de enero de 2009

Acerca de “Retrato de heterónimo”, de Domingo F. Faílde


















Sin duda, estaríamos haciendo pura tautología ( lo que visto el entorno tampoco sería descabellado) si mantuviéramos nuestra afirmación, ya antigua en el tiempo, de considerar a Domingo F. Faílde como una de las voces poéticas más relevantes y originales de nuestra esfera poética. Desde aquel Materia de amor (de 1979) hasta Retrato de heterónimo (de 2007) que fue galardonado con el Premio Nacional Mariano Roldán, pasando por libros como Patente de corso (1986), El corazón del agua (1994), La cueva del lobo (1996), Conjunto vacío (1999), Manual de afligidos (1994) y un necesario recorrido por toda su obra en Testamento de náufrago, logran desde la reflexión por las contradicciones existenciales, ideológicas y estéticas, una certeza, que a veces ha tenido forma de conjunto, tratado, manual, cuaderno, ritual, oficio, materia, experiencia, corazón o bien retrato como es el caso que nos ocupa. Una certeza que no es otra que la plena libertad a la palabra. En este nuevo poemario, se evidencia tan natural como descaradamente el propósito de ver el mundo con mirada libre. El discurso poético esencialmente conceptual incide en temas de muy distintas procedencia. Así por ejemplo, la configuración del paisaje urbano tiene como sobreimpresión toda una serie de representaciones amorosas. Amor que sigue siendo tabla de salvación pero es lugar cierto, concreto, palpable y, todo ello, con repercusiones estilísticas. En este caso, el poeta se decanta por el versolibrismo, logrando además un ritmo interior que ahonda en la fuerza expresiva del verso.     
Retrato de heterónimo, siendo la firme estampación de la libertad creativa, pone en escena un pesimismo constructivo que representa a la vez el rigor de su mundo intelectual y la profundidad de su carencia más extraordinaria de fe. Así va superponiendo técnicas expresivas de gran eficacia, que van del collage con vocación renovadora, en su poema TABULA RASA: por ejemplo, de la naturaleza;/de las cosas que son simples y naturales:/coger un autobús cada mañana,/pasar horas enteras delante de un teclado/comer un bocadillo/o comprarse un jersey.../En fin, darle más vueltas a la eterna cuestión de la poesía, hasta un transgredido impresionismo, donde el intento de plasmar la luz repara en la identidad de lo proyectado, una luz que se complacer en la nocturnidad, o por ser exacto en la oscuridad, en el poema BUS STOP: uno se aleja, a veces, del centro de las cosas/y es como si la vista,/despojada de aliento y luminarias,/no alcanzase otro ornato que la sombra; y uno, -ya ven-, a oscuras,/dando torpes traspiés por las esquinas.       
En las acumulaciones de imaginario urbano, enciende mechas expresionistas que cobran vigor e incluso cierta ferocidad desde una ironía tan indagadora como elegante.     
Los sentimientos del autor marcan una línea genealógica de la otredad, que parte desde luego de una formación clásica pero que busca la cornisa del edificio poemático para completar esa mirada moderna.  
En MATEMOS LA MÚSICA, sobreimprime la historia y la música con barnices que van intercalando estímulos autobiográficos hasta llegar al sentido contundente del recorrido final: esta mañana,/arrojé por la borda del dormitorio/mi viejo receptor, una Marconi,/que todavía viajaba por el aire.../tiré aquellos vinilos/que guardaban la historia de mi vida...No me sirve la música, no caben/sus arpegios en mi melancolía,/ el pozo oscuro de mi decepción/Cuando llegue la noche,/el silencio imposible sellará la tristeza/de este mundo que calla su fracaso/mientras la muerte aúlla en los televisores .    
Estremecedor. Probablemente, el estremecimiento del lector sea, en principio, la consecuencia inmediata de esta poesía que ha tensado la cuerda del arco hasta poner en evidencia la consumación. Así nos lo escribe en un poema que precisamente se titula CONSUMACIÓN: Se va ocultando/la luz, también la vida/posa su soñolienta arquitectura/en el ritmo ramplón de la llovizna/y yo voy apagándome/detrás de las cortinas que va echando la noche.      
En un afán no ya provocador sino coherente con las constantes de la heteronimia, el poeta siendo genuino sostiene la poesía como género de ficción y con ello, al poeta como fingidor. El poeta nos transmite ahora que su proceso de lectura y también de escritura se ha llevado a cabo con una reveladora alusión a lo que los sentidos son capaces de concluir. La palabra impresa es esencia. Domingo F. Faílde le asigna a la poesía una función de institutriz de la humanidad. La obra del poeta de Linares absorbe desde sus necesidades modernas, el aliento de la reflexión filosófica, el discurrir por las tradiciones poéticas y sumarle una red de anexos que convergen hacia un lenguaje múltiple (crítica, dirección de revistas y suplementos culturales, articulismo, docencia, conferencias, ediciones) si bien la poesía es la fuente vital.      
Por tanto, se ha constituido un eje esencial de una producción que ha reevaluado el por qué y el cómo de la poesía en su espacio actual. Pero en este poemario desea enseñar un costado de maldiciones donde la identidad es aleatoria, las pérdidas permanentes, la poesía comentada o despojada de las meditaciones de los actos para centrarse en las condiciones de la existencia y del sentido. Hoy, la poesía deja de ser vocación para ser punto de vista. Como Borges lo plantea por medio de registros, -un retrato- que da fe de los hechos y su absurdo o incluso de su dudoso contenido. Ahí se encontraría la realidad, inasible, en un campo de percepción que nos ofrece el encontrarnos con las fuerzas de la experiencia, el tacto, el olfato, la vista, el oído y el gusto, es decir, los medidores físicos y palpables del espacio de la pérdida. Dicha pérdida no es sólo lo que la memoria va vertiendo de nostalgia y melancolía; también se trata de una pérdida originaria: la de una percepción, acaso la de una certeza de final de trayecto. En el poema RETRATO DE HETERÓNIMO, nos lo expresa con tanta belleza como crudeza: « No soy aquel ni ése ni yo mismo./No tengo voz ni voto ni palabra.../Sé de mí lo usual, tan poca cosa/que se reduce a un apellido, un nombre/ y tampoco son míos;/...Y para qué seguir. Se acabó la película. No soy más que un poetastro, condenado al olvido./Mi futuro es la tierra de una fosa común. »     
Así, en el acto de constatación o conclusión a partir de un mundo experimentado a través del texto, una determinada noción de pérdida, en términos cognitivos, sobre cómo la relación entre lo que los sentidos transmiten y lo que hallan inscrito en la materialidad del texto, se representa con toda pureza generando un punto de tensión, que proporciona al lector una poesía predominantemente visual. El comentario o vigilancia o contextualización del retrato de heterónimo, se aprovisiona de energía que logra traspasar este umbral para convertirse en su propia finalidad: escribir con el firme compromiso de la búsqueda de una poética particular, una meditación en actos de sus condiciones de existencia y su sentido. Tomando las medidas de la ausencia demora , entiéndase fija como dirección concreta el mismo proceso de identificación de la poesía o de la vida. Luego, este mecanismo es susceptible de integrar la decepción a la vez que el tiempo poemático le permite alcanzar una inversión positiva, es decir, no es la actitud de la curiosidad sino la inquietud, la atención dolorosa, incluso angustiada lo que le lleva a poetizar lo que tiene razón de ser. En cualquier caso, sea cual sea la circunstancia precisa del filtro de la palabra poética.       
Una palabra que se va a desarrollar primordialmente en el entorno urbano, en medio de la noche y con el sonido del cristal de los vasos.      
Domingo F. Faílde ha articulado un nuevo lirismo que se forjaba en un sujeto que participaba de ingredientes históricos, filosóficos y literarios, que escribía en un contexto de crisis y de reflujo de las ideologías, nutriéndose pues de historia literaria y marxismo, psicoanálisis y estructuralismo, un nuevo lirismo sabio y convencional, en un deseo de síntesis entre la tradición y la modernidad. Uniendo la imagen y la melodía, reencontrando el gusto por la emoción y la expresión subjetiva. Un nuevo lirismo solidario en la medida en que se preocupa por igual del yo y del otro, por la presencia y el defecto, el deseo y la pérdida, la celebración y el lamento. En el poemario que nos ocupa, se acentúan estos rasgos, de este modo el yo poético no titubea aunque emprende una aventura escritural que subraya el desarraigo y la extenuación y que además se traducen por un singular y voluntario extrañamiento del verso y de la sintaxis con el propósito de enfatizar no tanto los signos externos y negativos de la modernidad como la experiencia interna que pone en solfa la propia instrumentación del verso con una ironía mordaz y significativa. En el poema PREGUNTAS, por poner solo una muestra, escribe: «Hay veces en que el tiempo, los asuntos, la vida,/se desploman como un viejo edificio/y vuelan los cascotes por el aire,/alcanzan cristaleras, campanarios, ascienden/por el triste telégrafo nocturno/ y caen en la cabeza del vecino más próximo;/quise decir: yo mismo. »     
Retrato de heterónimo trata a todas luces de reatrapar la visibilidad de la lengua poética, de buscar la frase con andares naturales, de ahí que los movimientos más cotidianos del cuerpo, la mirada y el pensamiento adquieren una importancia de primera magnitud, porque al fijar el lugar donde han de reformularse las relaciones entre el mundo y el sentido, establece el espacio de la escritura inquieta y buscadora, el espacio de la invención y de la conciencia al tiempo, tratando incluso de acercarse a las artes plásticas.      

© Alberto Torés García.-