En la noche del jueves, participaron en el acto de solidaridad por Birmania, que se celebró en la iglesia de La Victoria de El Puerto de Santa María: buen lugar el templo de una antigua cárcel para pedir la libertad de Aung San Suu Kyi, la principal lider opositora contra la dictadura militar que gobierna dicho país, actualmente llamado Myanmar y bajo una supuesta revolución azafrán que hace un año secuestró los derechos humanos en aquel lugar con nombre de película de Erroll Flynn y de grupo pop rock.
Los poetas Dolors Alberola y Domingo F. Faílde, residentes en Jerez, casados en la vida real y en la vida surreal de la poesía, secundaron un programa que también contaba con las presencias de Asunción Mateo, Juan Silva, Jesús Fernández Palacios, Merche Corisco, Javier Ruibal, David Palomar, Pepa Parra, Verónica Díaz, Mercedes Escolano, Gala Évora, Inmaculada Moreno y Anabella Zoch, entre otros cómplices en esa aventura libertaria.
Ambos, Faílde y Alberola, acaban de publicar nuevas entregas de su talento poético. Ella, El ojo y el tiempo, que mereció el premio de poesía en castellano Vicente Martín, que convoca el Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada y que publica Ediciones Vitrubio. No es tanto autora prolífica, que lo es, sino vividora intensa: lo que ocurre es que en su biografía resulta difícil deslindar la vida de la obra. En este caso, quizá más que nunca, porque los versos que contienen, con la habitual intensidad que ella transmite por otro lado en los talleres de literatura que imparte, están trenzados con sus cinco sentidos.
Tacto de Mare Nostrum, besos de Rodin, poemas de Cernuda o Juan Ramón, pasajes de Chopin o lieds de Mahler, visiones de pagodas o ideas de María Zambrano, entre otros muchos argumentos, acompañan como pretexto a una poética, a menudo hímnica, que constituye toda una celebración de la vida y sus tesoros -llena de luz y de flores-, con un amplio abanico de placeres. Especialmente poderosa esa imagen última de Penélope lanzándose al mar: Asómate, yo duermo. Despiértame en tu rostro, invita en uno de sus versos. Quien suele hacerlo es Fáilde, quien le dedica expresamente sus dos últimos libros, Retrato de heterónimo, con el que recibió hace unos meses el premio Mariano Roldán y que ha publicado Anfora Nova y Región de los hielos perpetuos, también editado por Vitrubio tras obtener el premio Provincia de Guadalajara.
Si en ella, persiste un marcado tinte panteísta, un cierto nihilismo bien digerido es la banda sonora sentimental por la que se mueven los versos de su compañero de viaje.
En gran medida complementarios, si ella transmite una actitud ante el mundo en extremo vitalista, el escepticismo es la moneda corriente en las palabras de él: Mi futuro es la tierra de una fosa común, expresa Faílde en el último verso de Retrato de heterónimo, con una mayúscula carga de existencialismo, que no peca de anacrónica sino de un marcado sentido de la realidad sin trascendencia posible.
En cualquier caso, no se trata de un vaticinio personal, sino colectivo ya que su profunda decepción no es individual sino que incumbe a su generación toda. Ese mismo discurso se acentúa en su otro título: Somos lo que no somos,/ lo que fuimos jamás/ y no seremos nunca, vaticina.
Y mucho me temo que no le falta, que no le faltan, ni una pizca de razón. Ni un gramo de locura.
© Juan José Téllez
(La Voz, 04.10.08).-