Siempre se habló del paraíso de la infancia, incluso hay grandes obras de la literatura que se encierran en esos tiempos en los que, generalmente, no existe el punto final de nuestras aventuras y la llamada de la madre es sólo un hasta luego de un juego a otro, interferido por los horarios de comida o de colegio. Así pues, nuestra criatura, acostumbrada al vértigo de la luz, no sabe desheredarse -no quiere- de todo eso que poseyó y lucha ardientemente por seguir poseyéndolo. Pero no es fácil trepar de nuevo por los árboles o descubrir ojos brillantes en la noche, aunque sea metiéndonos en el más sencillo cajón de la memoria, ese primer y delgadito cajón donde nos cupo el mar, el monte y el firmamento entero que, de noche, se convertía para tantos en una boca de lobo. A dormir, decían nuestras madres, mira, no ves que el cielo está negro como la boca del lobo. Y allá íbamos rezongando, porque el horario de nuestros sueños no guardaba relación con los relojes de los mayores.
Con estas palabras, inició Dolors Alberola la presentación del libro Whoopita Bella y la Historia del árbol mágico, el pasado martes, día 24, en el DamaJuana, que, como de costumbre, acogió a numerosos adictos a la buena literatura.
Luego, Víctor Alija explicó pormenores de la creación del libro y leyó el primer capítulo del mismo. La obra, destinada a un público juvenil, narra la historia de unos muñecos repollo, en un texto lleno de ingenio, imaginación y poesía.
Redacción.-