En el marco del Día de la Mujer, quizá la actividad más destacada, desde el punto de vista literario -aparte del fallo de los premios Pilar Paz Pasamar-, haya sido el doblete poético que, bajo el sello de diferentes instancias, ha agrupado a los muchos amigos de Teresa Chacón en torno a la Asociación de Mujeres por la Igualdad Odisea y al inquieto y creativo Departamento de Actividades Culturales de la Escuela de Hostelería de Jerez.
Dos homenajes, pues, en los que no faltaron los poemas de la autora fallecida ni los versos emocionados de amigos y compañeros: Toñi Cintado, María Luisa Niebla, Carmen Sáiz Neupaver, Maribel Tejero, Miguel Ángel Lebrero, Maribel Cano, Manuel Saborido y Domingo F. Faílde, dieron rienda suelta a su inspiración, coordinados por Álvaro Quintero –director literario de EH- y Dolors Alberola, quien dijo, entre otras cosas: Los poemas de Maruja eran como ella misma: serenos, elegantes, profundos; poco amigos de excesos ornamentales, pues ella prefería la sencillez, aunque siempre solía dar cabida a algún detalle que, traicionándola –claro que en el mejor sentido de la palabra-, daba fe de su búsqueda constante, de su sed de belleza y de su admiración hacia los maestros que más le influyeron, mientras bajo la égida de María Zambrano no dejaba de plantearse conceptos y más conceptos, que ella, incansable, trasladaba a talleres y tertulias, con la misma ilusión juvenil con que nos sorprendía, continuamente, al poner ante nuestros ojos unas metáforas surrealistas y audaces, exponentes de esa chispa vital que siempre contagiaba.
Hoy, al leer nuevamente sus versos, vamos a sumergirnos en la atmósfera de ternura que supo elaborar, en sus sueños, sus esperanzas y, cómo no, sus obsesiones: el amor, el sentido de la vida y esa sombra espectral que todo lo nimba y terminó llevándosela.
El acto, que resultó muy brillante, se cerró con una copa de vino, que dio calor a la tertulia, habitual en este tipo de eventos.
Descanse en paz la amiga, la poeta, la buena mujer que fuera Teresa Chacón, a quien todos llamábamos Maruja. Su voz se apagó para siempre, su palabra nos queda; y, como dijo Manrique en sus Coplas inolvidables, dejónos harto consuelo/ su memoria.
Dos homenajes, pues, en los que no faltaron los poemas de la autora fallecida ni los versos emocionados de amigos y compañeros: Toñi Cintado, María Luisa Niebla, Carmen Sáiz Neupaver, Maribel Tejero, Miguel Ángel Lebrero, Maribel Cano, Manuel Saborido y Domingo F. Faílde, dieron rienda suelta a su inspiración, coordinados por Álvaro Quintero –director literario de EH- y Dolors Alberola, quien dijo, entre otras cosas: Los poemas de Maruja eran como ella misma: serenos, elegantes, profundos; poco amigos de excesos ornamentales, pues ella prefería la sencillez, aunque siempre solía dar cabida a algún detalle que, traicionándola –claro que en el mejor sentido de la palabra-, daba fe de su búsqueda constante, de su sed de belleza y de su admiración hacia los maestros que más le influyeron, mientras bajo la égida de María Zambrano no dejaba de plantearse conceptos y más conceptos, que ella, incansable, trasladaba a talleres y tertulias, con la misma ilusión juvenil con que nos sorprendía, continuamente, al poner ante nuestros ojos unas metáforas surrealistas y audaces, exponentes de esa chispa vital que siempre contagiaba.
Hoy, al leer nuevamente sus versos, vamos a sumergirnos en la atmósfera de ternura que supo elaborar, en sus sueños, sus esperanzas y, cómo no, sus obsesiones: el amor, el sentido de la vida y esa sombra espectral que todo lo nimba y terminó llevándosela.
El acto, que resultó muy brillante, se cerró con una copa de vino, que dio calor a la tertulia, habitual en este tipo de eventos.
Descanse en paz la amiga, la poeta, la buena mujer que fuera Teresa Chacón, a quien todos llamábamos Maruja. Su voz se apagó para siempre, su palabra nos queda; y, como dijo Manrique en sus Coplas inolvidables, dejónos harto consuelo/ su memoria.
Redacción.-