Los caminos inextricables de la poesía condujeron a Dolors Alberola a
El Gastor, pequeña y pintoresca localidad de la sierra gaditana, allí donde
limita la provincia con su vecina Málaga, vía Ronda.
En medio de un
paisaje espectacularmente hermoso, la diligencia abrió su portezuela y bajaron
los versos, rumbo a la biblioteca municipal.
Dije bien:
diligencia y no porque corriese con deseable ímpetu ni pretendiese puntualidad,
sino por el zigzagueante recorrido, entre urbano e interurbano, de aquí para
allá, de uno a otro pueblo, invirtiendo, retraso incluido, dos horas y media en
cubrir la distancia que separa El Gastor de Jerez. Todo un récord
tercermundista para la empresa concesionaria.
Y estalló la
poesía, que aseguran es mágica. Lo fue, naturalmente, y en qué grado, pues
consiguió llenar el auditorio, a despecho de algún eurovegas comunitario, un tea party vecinal y otros eventos para
pasar las horas, no se sabe si haciendo caminos o soñando la mar.
El resto de la
historia no es difícil imaginarlo: la palabra poética de Dolors Alberola
cumplió su cometido y sedujo. Tras derretir el hielo de la tarde,
prematuramente sombría, el ritmo de sus versos se apoderó del aire y hasta
chispas saltaron al leer los poemas que, como dijo Josela Maturana, no
defraudan jamás. Cernuda y Federico recibieron de nuevo el homenaje de la
poeta, que supo contenerse para imprimir vigor a sus temas característicos.
Luego, la tarde
se fue diluyendo y la palabra, cuentan, habitó a nuestro lado.
Redacción.-