Ayer tuvo lugar en La Casa del Libro, de Sevilla, la presentación de Clandestinidad, una novela del escritor argentino Gustavo Dessal, que estuvo arropado para la ocasión por Carmen Campos, conductora del evento, la actriz Carmen Corchs, que efectuó una lectura dramatizada de parte del libro, y la poeta Dolors Alberola, a cuyo cargo corrió la glosa del mismo.
Alberola, tras pasar revista al fenómeno del autoritarismo a lo largo de la historia, se centró en el análisis de Clandestinidad, una novela en la que el autor, con lenguaje ágil, sencillo, pero repleto de fuerza -pues no en vano el autor conoce perfectamente todos los claustros y aperturas del subconsciente humano-, nos ofrece un retrato de las facetas y personajes más terribles de la dictadura que asoló Argentina entre 1976 y 1983. En este ámbito, sobresale la anodina personalidad del personaje principal, un ser frío, mermado, sin fuerza apenas; alguien que, sin carácter, se adhiere a lo primero que se le presenta. Él –así se le designa, deliberadamente- no oculta su temor hacia quien hubiera sido la protagonista femenina, de no ser que el propio no ser del muchacho la desviara de la historia, pues, incapaz de aprender de su inteligencia juvenil, la desplaza hasta casi el olvido en lo que podemos considerar la trama real, encerrándola en el terrible sótano de su memoria, desde la cual emerge sin embargo en muchas ocasiones. Un tercer personaje quedará esbozado lo suficiente como para comprender no sólo su presente sino para presentir hasta su futuro, esa hija que, pregunta tras pregunta, va conduciendo al protagonista hasta que, dejándose arrastrar por el delicado hilo de araña que aquella le teje, nos va descifrando su clandestina historia.
Según la presentadora, resulta altamente interesante el estudio profundo de clandestinidades que se abre como baraja ante nuestros ojos; la clandestinidad de la joven, que huye del amorío para dedicarse plenamente a la política, es infinitamente menor que la de aquel, que, sumido en el terrible oficio de servir a la dictadura, vive unas experiencias muchísimo más ocultas, las cuales, añadidas a las de su propia grisitud, convierten su existencia en una forma de clandestinidad totalmente subterránea e insalvable.
El acto, que discurrió con brillantez, se cerró con un largo e interesante coloquio.
Redacción.-