El Café de Levante, que dirige en Cádiz Teresa Torres, propietaria del mismo, es no sólo un reducto de la bohemia más irreductible, sino también –y, a veces, sobre todo- centro de irradiación cultural, donde la música, la literatura y otras manifestaciones artísticas tienen una tribuna a pie de calle, un punto de contacto con la vida, un escenario cabal y festivo para emprender el vuelo. Un lujo, en fin, que infunde nombradía e imprime carácter a cualquier ciudad.
Y así, entre palmas y alegrías, como dice la copla y prescriben los cánones, asistimos anoche a la inauguración del ciclo Flamenco y poesía, que aúna estas dos expresiones bajo el signo de la universalidad, en un momento particularmente oportuno, pocos días después de que el primero haya sido declarado patrimonio de la humanidad.
Rosario Troncoso –una voz emergente, llamada a alcanzar altas cotas- presentó a las protagonistas del acto, que no tardaron en echarlo a andar.
Samara Montanez abrió por alegrías la puerta grande de una noche mágica, que aromó con sus cantes, y había que escucharla arrancar con acento suavísimo que, luego, poco a poco, con el compás preciso, se iba transfigurando, hasta que, al fin, su voz, como las olas, estallaba al romper en la escollera del sentimiento. La joven cantaora, seguida con unción por el público, terminó su actuación por bulerías.
La palabra poética, sinónimo de creación y avance hacia la luz, corrió a cargo de Dolors Alberola, que, infringiendo sus propios protocolos, también se dejó llevar por el calor de la noche y conectó igualmente con el público, que escuchó emocionado poemas tan significativos como Puellae Gaditanae, Fado nocturno, Como una ensoñación de islas y pañuelos o su conocida Oda posterior a la última oda, homenaje a Federico García Lorca, que arrancó al guitarrista Joaquín Linera un gesto silencioso y elocuente, que puede traducirse como se me ponen los pelos de punta.
No fue el único, desde luego. La noche gaditana brillaba limpia y cálida, hervía en el ambiente la música y la voz, la palabra, desplegaban el mapa de todos los sueños.
Como dicen las crónicas taurinas, la terna tuvo que saludar al público.
Redacción.-