El jueves 8 de octubre, a las 8,30 de la tarde, Dolors Alberola presentará su libro Del lugar de las piedras en El Puerto de Santa María. El acto, presentado por Domingo F. Faílde, tendrá lugar en la Fundación Rafael Alberti.
Según la propia autora, el libro, editado en castellano y portugués, profundiza en su obsesión de anular el espacio y el tiempo, capturando lo sucedido y haciéndolo vivir en el presente. Partiendo de esta premisa, el discurso de la voz lírica sigue, para expresarse, dos hilos conductores: por una parte, la memoria histórica, asentada en la realidad de las piedras (monumentos, ruinas; el arte, en definitiva, como elemento de permanencia), y por otra el amor, pretexto literario de numerosos poemas, aun cuando constituye, al modo platónico, una argamasa que confiere cohesión a la realidad. En cualquier caso, lo amatorio queda en segundo plano, en beneficio de lo metafísico.
Dolors Alberola (Sueca, Valencia, 1952) lleva tras sí una fecunda trayectoria, jalonada por títulos como Cementerio de nadas (1998), Conversaciones con Uriel (2001), El vagabundo de la calle Algarve (2002), El monte trémulo (2003), Esa mujer de Lot (2004), Acaso más allá (2006), El libro negro (2006), Arte de perros (2006) o De donde son las voces (2008), entre otros; una larga peripecia que comienza en la infancia (recordemos que el primero de sus libros publicados, Trizas, constituye una bella inmersión en el universo infantil) y va desarrollándose, aceptando tímidamente la compañía de la vida, que halla siempre un pretexto para colarse y acaba sentando plaza en el poema. La experiencia, cuando se interioriza, trascendiendo su faz anecdótica, puede ser un aporte valiosísimo, un médium que permite adquiera voz y cuerpo la luz.
Ahora, alcanzada la madurez, compatible con una juventud razonable que nunca la abandonó, la poeta -ella detesta el término poetisa- se lanza a la tarea de buscar solución a los grandes enigmas y hacerlo con el sello de su poderosa personalidad.
Si, en libros anteriores, exploró los arcanos de la vida y la muerte, del tiempo, del espacio, de la historia, del amor y el dolor, ahora le llega el turno a la piedra, en tanto que elemento simbólico, capaz de transmitirnos el mensaje del hombre a través de las eras e incluso de lo cósmico, natural o -por qué no- supranatural, para darse de bruces con el arte; es decir, con el ansia de eternidad.
Redacción.-
Según la propia autora, el libro, editado en castellano y portugués, profundiza en su obsesión de anular el espacio y el tiempo, capturando lo sucedido y haciéndolo vivir en el presente. Partiendo de esta premisa, el discurso de la voz lírica sigue, para expresarse, dos hilos conductores: por una parte, la memoria histórica, asentada en la realidad de las piedras (monumentos, ruinas; el arte, en definitiva, como elemento de permanencia), y por otra el amor, pretexto literario de numerosos poemas, aun cuando constituye, al modo platónico, una argamasa que confiere cohesión a la realidad. En cualquier caso, lo amatorio queda en segundo plano, en beneficio de lo metafísico.
Dolors Alberola (Sueca, Valencia, 1952) lleva tras sí una fecunda trayectoria, jalonada por títulos como Cementerio de nadas (1998), Conversaciones con Uriel (2001), El vagabundo de la calle Algarve (2002), El monte trémulo (2003), Esa mujer de Lot (2004), Acaso más allá (2006), El libro negro (2006), Arte de perros (2006) o De donde son las voces (2008), entre otros; una larga peripecia que comienza en la infancia (recordemos que el primero de sus libros publicados, Trizas, constituye una bella inmersión en el universo infantil) y va desarrollándose, aceptando tímidamente la compañía de la vida, que halla siempre un pretexto para colarse y acaba sentando plaza en el poema. La experiencia, cuando se interioriza, trascendiendo su faz anecdótica, puede ser un aporte valiosísimo, un médium que permite adquiera voz y cuerpo la luz.
Ahora, alcanzada la madurez, compatible con una juventud razonable que nunca la abandonó, la poeta -ella detesta el término poetisa- se lanza a la tarea de buscar solución a los grandes enigmas y hacerlo con el sello de su poderosa personalidad.
Si, en libros anteriores, exploró los arcanos de la vida y la muerte, del tiempo, del espacio, de la historia, del amor y el dolor, ahora le llega el turno a la piedra, en tanto que elemento simbólico, capaz de transmitirnos el mensaje del hombre a través de las eras e incluso de lo cósmico, natural o -por qué no- supranatural, para darse de bruces con el arte; es decir, con el ansia de eternidad.
Redacción.-