Chipiona, en esta época del año, es un pueblo bellísimo que, asomado a la inmensidad del Atlántico, se tiende al sol, al aire, al ensueño de un ensimismamiento que rezuma poesía.
Chipiona, que, en su calma, cierra todos los bares y es preciso perderse por sus calles en busca de un café.
Y a Chipiona, dueña y señora de una hermosísima biblioteca municipal, fue Dolors Alberola, con un magín repleto de poemas y las venas abiertas como en una hemorragia de poesía.
Allí, en efecto, ofreció una lectura, auspiciada por el Centro Andaluz de las Letras, en la que, como tiene por costumbre de un tiempo acá, repasó brevemente su pasado y se centró en su más reciente producción, en medio del silencio devoto de un auditorio que quedó fascinado por la palabra de esta mujer, de esta escritora, de esta poeta. Y, una vez más, los versos derramaron su música.
Chipiona, que, en su calma, cierra todos los bares y es preciso perderse por sus calles en busca de un café.
Y a Chipiona, dueña y señora de una hermosísima biblioteca municipal, fue Dolors Alberola, con un magín repleto de poemas y las venas abiertas como en una hemorragia de poesía.
Allí, en efecto, ofreció una lectura, auspiciada por el Centro Andaluz de las Letras, en la que, como tiene por costumbre de un tiempo acá, repasó brevemente su pasado y se centró en su más reciente producción, en medio del silencio devoto de un auditorio que quedó fascinado por la palabra de esta mujer, de esta escritora, de esta poeta. Y, una vez más, los versos derramaron su música.
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