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CONVOCATORIAS

CONVOCATORIAS

Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
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21 de octubre de 2006

ANIMAL DE LUZ ENTRE LAS SOMBRAS


No habéis temido nunca ante lo grande, ante la solitaria luz, ante un escaparate donde se os mostrara un sueño, sin saber que era sueño, porque nunca os atrevisteis a soñarlo. Eso mismo sentí cuando leí, por vez primera, un poema de Antonio Gamoneda.
A partir de ahí, un volver hacia su palabra. De nuevo, la espiral de sus textos inundándome de existencia, porque, bien dice “mil veces pasa, toda la vida mientras dura el día”. No podía negarme a continuar sabiendo de él, no me fuera posible desconocer a quien camina su profunda vivencia entre los que ya somos los futuros muertos, así Antonio me mostraba la anulación de las lindes: “Parece que saliera el cementerio a los huertos y a las calles vacías”, sin desprenderse del hálito del viento que le anidaba, y que le anida, pues siempre supo: “que la mañana no está únicamente sobre la tierra”.
Toda su poesía sucede en las ardientes aguas de la filosofía, derramándose, empero, en amplios territorios de correr los momentos, de mirar las estampas que van descomponiéndose al paso religioso de la sombra, de bailar en el filo de una sublimada trasgresión. Versos que se te erizan en la memoria, pozos que se te abren en las manos, sangre que grita en ti y llega a reconocerte, porque tú también ves en la tierra algo semejante a lo que más precisas y has sentido a la serenidad como una viuda tuya y adivinas perfectamente dónde comenzó el silencio.
Con sus poemas se atraviesan antiguos templos y se ve hasta el degüello de los animales torturados. Navegando sus versos, aprendes a renacer al padre, ves al padre a través de los ríos y aprendes a reunir en ti a todos los que no olvidaron.No es factible, ante este extremo autor, vivir otra infancia que la suya en “países de morfina y largos bosques” pues la voz del poeta es sola voz, unidad imposible de romper, sobre todo cuando compruebas todas sus premisas y gritas en las ventanas de la soledad, lo que él ya predijo: “De la verdad no ha quedado más que una fetidez de notarios, una liendre lasciva, lágrima, orinales y la liturgia de la traición”.
Larga escuela, la vida, de amor y de vacío, en la que, al final, sucede que los ojos se te abren al cerrarse y miras las escrituras y lees los versos que te anunciaban: “Finalmente, el cordero fue enviado a la carnicería, y yo aprendí que quienes me amaban también podían decidir sobre la administración de la muerte.” Y entonces notas que la máscara de Dios se va cayendo y que tú eres el que comienzas a no existir y el que sollozas todavía, porque “Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado”.
Escribir poesía es urdir en el propio silencio más silencio, y el autor lo comprende, porque ha sabido alzar la trigonometría exacta hasta dar con la fórmula “Quizá el silencio dura más allá de sí mismo y la existencia es sólo un grito negro, un alarido ante la eternidad.” Mas, todavía sigues arañándote con el filo de sed de la palabra, y ves, pero no ves, oyes, pero no oyes, hablas, pero no hablas, pues igual que Gamoneda, amaste las desapariciones y ya sólo te queda la luz que hay en tus ojos. Animales de sombra te rodean y cuerpos al borde de las acequias frías y tú aún sigues dándoles los huesos de la misericordia y viendo todo, como él, desde un hotel exterior al destino o desde los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no te concierne, ya que continúas llagándote en el verbo y ya no tienes miedo. Aprendiste muy bien entre sus textos que: Grasa y metales entran en la luz; se encienden y ésta es la única misericordia.
A Antonio Gamoneda le debemos muchas cosas, entre otras, la enormidad de su palabra, su recto hacer, el hecho de imponer su mágica presencia en la Literatura, sin anclajes, sin trampa alguna, tan sólo por su extremo valor, porque se lo merece limpiamente. Un hombre de luz cuya sola herramienta ha sido el verbo.Se ha destacado de su obra «la señal explícita de una tradición escondida, asociada a la tierra y la vivencia» y se le considera «ajeno a las habituales clasificaciones generacionales», y «de hondura inigualable.   

©DOLORS ALBEROLA   


Antonio Gamoneda nació en Oviedo en 1931 y reside en León desde 1934. Hijo de poeta modernista, y Doctor honoris causa por la Universidad de León. Trabaja en la dirección de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 como prolongación de la Institución Libre de Enseñanza.Tiene publicados los siguientes libros:Sublevación inmóvil. Descripción de la mentira. León de la mirada. Blues castellano. Lápidas. Edad. Libro del frío. Mortal 1936. El vigilante de la nieve. ¿Tú? (en colaboración con Antoni Tàpies). Sólo luz. ¿Arden las pérdidas? Amén de los volúmenes en prosa: Libro de los venenos. Relación y fábula y El cuerpo de los símbolos.Obtuvo un Accésit del Adonais, Premio Nacional de Literatura (1987) y en el 2006, el conjunto de su obra ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de poesía iberoamericana.