Hablar de la
poesía de Carmen Sáiz es observar el aire y visualizar una bandada de metáforas
que siempre van a dar al acierto más rotundo. Ella mira, aprehende el
significado más hondo de las cosas, lo purifica aún y lo engalana con sobria
desmedida, pues la belleza al fin no se puede metrar ni aún encasillar, es un
hondo remedo de eternidad alcanzable y, como tal sin medición posible.
Con estas palabras,
abría Dolors Alberola el acto de presentación de Estado de conjeturas, de Carmen Sáiz Neupaver, celebrado en el Salón
de Plenos del Ayuntamiento de Puerto Real. En opinión de su presentadora, el libro
es resultado del talento envidiable de la autora, que siempre es capaz de sorprender
e innovar. la palabra poética tiene que conmover al lector, no le puede dejar
indiferente, ha de tocarle, en fin, las fibras de la conciencia, arrancarlo de
la molicie y echarlo a volar. Ése es el
hechizo de los que nunca mueren de frío, según la propia poeta, que, en el primer poema de este libro, con decir
sigiloso y tan suyo, identifica la palabra creadora –el célebre Hágase! de la
Biblia- con el primer poema. El mundo nace, pues, con la poesía, es la propia
poesía, en una especie de panteísmo cósmico, que trasluce desde el principio la
visión de Carmen Sáiz y la línea esencial de su poética.
He
aquí su conjetura, sus conjeturas, que se van esparciendo por todo el libro.
Fiel a esta idea la poeta despliega su mirada, quiere romper la cáscara que
envuelve la realidad y entrar en el recinto sagrado de las cosas. Podría
haberlo hecho desde una posición de certeza. También desde la duda, tan
socorrida en la literatura. Pero ella ha preferido el indicio, tributario de la
experiencia, que tiene la ventaja de descubrir lo oculto y, por este camino,
alcanzar el misterio que subyace en toda materia.
En
este apasionante marco conceptual, va fluyendo la vida y, poco a poco, vamos
descubriendo cómo ésta se convierte en palabra y cómo la palabra se hace vida,
alumbrando la esencia de todo lo nombrado, que es simultáneamente lo creado.
Cuando abrimos el libro, surge el mundo y no tardamos en percibir su luminosa
globalidad a través de pequeños indicios del vivir cotidiano: allí el amor y el
desamor, allí la pulsión erótica del deseo, allí la búsqueda del conocimiento,
el ramalazo de la sabiduría, el milagro de la inspiración, las trampas del
silencio, la pasión y sus dédalos, el dolor que nos clava la injusticia, el
filo tenebroso de la mentira, la soledad, el fracaso y, cómo no, la muerte, sin
que falten salidas de emergencia en momentos de máximo voltaje y uno se dé de
bruces con la infancia, pongamos por caso, que es la reminiscencia de un
paraíso perdido y un indicio de todos esos sueños que acaban casi siempre por
romperse.
Y Carmen Sáiz Neupaver,
que estuvo en estado de alta gracia poética durante el devenir de la muy brillante
velada, leyó y comentó una cuidada selección de poemas del libro. Ella suele elegir
y anotar sus poemas, en un gesto encomiable de rigor y solvencia intelectual, aun
cuando inyecta ingenio a la inevitable improvisación y entrañable amenidad al diálogo
con sus presuntos lectores. Con su palabra hermosa, la precisión constructiva de
sus versos e indudable dominio del idioma, protagonizó un memorable evento literario.
Como dijo Dolors Alberola, Carmen Sáiz
Neupaver está gozosamente condenada a contar en el número de las grandes.
Redacción.-