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CONVOCATORIAS

CONVOCATORIAS

Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
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26 de septiembre de 2012

Dolors Alberola presenta "Todos los trenes mueren en línea recta" en Jerez


                Muchos fueron los asistentes al acto de presentación del libro Todos los trenes mueren en línea recta, de Dolors Alberola, que tuvo lugar anoche en Damajuana. Por asistir, incluso la lluvia hizo acto de presencia, obligando a la organización a desplegar la carpa impermeable, un incidente que tanto el público como los intervinientes se tomaron con buen humor. Y es que el agua de otoño era tan necesaria como la propia poesía.
                Antes, se había proyectado un vídeo significativo, realizado para la ocasión por la poeta valenciana Rosa Iglesias, cuya magia y habilidad en la mezcla de imágenes y sonido crearon una magnífica herramienta para crear ambiente y anticipar el espíritu del libro presentado.
                 La presencia del tren en la poesía -en palabras de Domingo F. Faílde, edecán de la ceremonia- es casi tan antigua como la implantación del ferrocarril como medio popular de transporte. Así, pues, desde 1830, aparecerá con alguna frecuencia en la obra poética de muchos autores y es posible que hoy, en plena era de la alta velocidad, sea raro el poeta que no lo haya nombrado.
                En España, fue Bécquer el primero que, en su faceta de periodista, se hace eco de aquel invento revolucionario, que, unos años más tarde, irrumpirá con fuerza en la obra de Campoamor -¡quién no recuerda su célebre poema El tren expreso!- y, no mucho después, Antonio Machado le dedica un poema, describiendo en él sus viajes, a bordo de un humilde vagón de tercera. El futurismo y las demás vanguardias contribuirán a la literaturización del ferrocarril, a través de textos poéticos y, sobre todo, por medio de la pintura. Finalmente –por no extendernos en obviedades-  recordamos a bote pronto la Oda a los trenes del sur, de Pablo Neruda,  Trenes, de Rafael Alberti, y El tren de los heridos, de Miguel Hernández, a todo lo cual tendríamos que añadir un larguísimo etcétera.
                En la obra de Dolors Alberola, había aparecido con anterioridad. A finales del verano de 2003 aparece su libro El útimo tren, en el que el ritmo de la locomotora acaso se confunde con los latidos del corazón, perfilando una hermosa metáfora de la vida, a través del sentimiento amoroso: amor al hombre amado, amor a la belleza, amor a la poesía, dejando que los mitos informen una historia que, al trascender la anécdota, apunta al fundamento de nuestra propia interioridad.
                Faltaba, sin embargo, ampliar la metáfora, expandiendo su proyección y apuntando a objetivos más humanos y universales. El algunos inéditos de Alberola, encontramos de nuevo su obsesión por el tren, demostración palpable del acierto de Freud, que lo incluye en su nómina de símbolos de la muerte. El célebre psicólogo olvidaba, al parecer, que, antes de llegar a su destino, el tren efectuaba un largo recorrido, deteniéndose en numerosas estaciones y brindando su espacio en movimiento a aventuras y avatares de toda índole.
                A Dolors Alberola –que, como dijo de ella Ana Sofía Pérez Bustamante, vive siempre en un continuo éxtasis poético- le sorprendió la inspiración a finales de 2010, cuando, a bordo de un AVE, se dirigía a Madrid. Al llegar a La Sagra, enfrente de Toledo, se divisa desde el viaducto un extraño paisaje: kilómetros y kilómetros de vías muertas, ocupadas por otros tantos kilómetros del que sospecho sea el tren más largo del mundo, formado todo él por material de desecho, no sé si destinado a la reparación, al desguace o al Tercer Mundo. Había encontrado, al fin, la metáfora que buscaba y el título consiguiente: Todos los trenes mueren en línea recta.
                La propia autora, en el transcurso de una reciente entrevista, lo explica de este modo: Allí [en La Sagra] pude ver la gran metáfora de la muerte; también los trenes abandonan la vida tiesos, rectos, inmóviles. Me gusta que los libros no sean solamente el resultado de unas sensaciones y, mucho menos, vacuos. Yo estudio cuando los escribo; si son trenes, viajo en la palabra por cada estación que desea formar parte de esa historia, analizo, rehago, recreo, dejo ser a las novísimas estaciones, que ya no son la que eran y, entre ellas y yo y esos vagones del cementerio ferroviario, elevamos la obra. Obra que es metáfora y fusión de engranajes y vidas, de quietudes y muertes, pero sobre todo de abandono, como los trenes muertos de la citada estación.
                El discurso poético se articula en tres partes nítidamente delimitadas, a pesar de las dificultades que entraña el tránsito continuo de la voz lírica por unos elementos tan íntimamente relacionados que no siempre nos muestran sus límites y es la propia poeta quien debe buscarlos, explorarlos, fijarlos, a fin de evitar reincidencias, trasvases temáticos y, en suma, oscuridad, que es lo contrario de lo que pretende este libro, construido con claridad sobre elementos sólidos, realidades tangibles y transversalidades atractivas, siempre al servicio de una visión del mundo, la existencia, la coexistencia y la historia, en un viaje de la vida a la muerte, de lo trivial a lo trascendente, de lo absurdo y sin sentido a la esperanza y la luz, todo ello tutelado por la belleza, una belleza inmóvil, como el paisaje, pero del mismo modo y también como éste, capaz de sucederse y renovarse, sea cual fuere la velocidad de la marcha, pues si la idea se reputa eterna, su concreción varía con el espacio y el tiempo, sin por ello perder jamás el rumbo.
                Viaje, Estaciones y Sueños de la materia son los títulos de las tres partes a que nos referíamos. En todas ellas, la estructura de la metáfora viene a ser similar: la imagen nos remite, paradójicamente, a elementos reales del transporte ferroviario que, a través del discurso poético, conducen al lector hasta un término real; y, mientras la primera posee un indudable simbolismo, el segundo aterriza en la existencia para descomponerla en sus constituyentes, componiendo un mosaico capaz de condensar la historia humana, las elaboraciones de la filosofía y, lo más importante, la lucha de individuos y pueblos contra la adversidad, la opresión y el dolor. La poeta consigue, pues, hacernos emprender un viaje total, cuyo trayecto –desde el punto de vista de la experiencia lectora- ella misma sintetiza en estas frases: Mis trenes son diferentes de otros trenes, sencillamente porque yo soy diferente, como cada ser, de los dueños de esas otras estaciones. En mi tren podría subir la mujer ésa que llevaba una alcuza y yo la recibiría de buen gusto. Quizás no deseara nunca que en uno de sus vagones Campoamor redactara su historia. Ha de cambiar la historia y ha de cambiar ese signo nefasto que la mantiene sucia. Quizás lo que les pasa a mis trenes es que cruzan de un mundo hasta otro mundo, aniquilando el tiempo y el espacio y regenerando cosas que ya crecían muertas.
                Pese al tono enigmático de estas palabras, el viaje poético de Dolors Alberola transcurre con claridad. En la primera parte, Viaje, los billetes de tren, la ventanilla, el silbato del Jefe de Estación, los compañeros de compartimento o la figura del revisor, nos remiten al mundo, más allá ciertamente del espacio y el tiempo, concebido como una ruta trazada de antemano, cuyo final ignora el individuo pero no acaso la humanidad, consciente de que, como leemos en uno de los poemas, no tenemos más libro que el que ve, la ventanilla llena. No tiene más remedio que marchar, entregar el billete que le conduce a dónde, saltar contra la vía, no creer, ver que el mundo no tiene más puerta de salida.
                En Estaciones, la parte segunda y central del libro, tal vez la más brillante e ingeniosa, nos topamos con un catálogo sorprendente de estaciones reales. Unas, transitadas por la propia autora; otras, visitadas virtualmente o a través de diversas lecturas; todas, llenas de vida y bullicio o de abandono y desolación; también de hechos e historias verdaderos, que la autora investiga e incorpora al discurso. Estaciones, que son los hitos de nuestro recorrido y están llenas, por tanto, de jirones de nuestra propia existencia, que dan testimonio de nuestro paso. La descripción de estos escenarios –algunos, como luego se verá, bastante curiosos- dispara el pensamiento de Alberola; la realidad abrirá las compuertas a la fantasía, ésta disparará la intuición y, finalmente, la intuición va fraguando la reflexión. Los poemas, llenos de luz y colorido a veces, pero también de sombras  y contrastes, acaban casi siempre en versículos de tono sentencioso que, sin incurrir jamás en la moraleja, nos abren un atajo para encontrar el término real de la metáfora, y así, por citar un ejemplo bellísimo e inquietante, leemos como cierre del dedicado al London King’s Cross: Quién dijo que el sonido que emiten al morir los gorriones no invade los andenes y se oculta entre el lento chirriar de vagones y máquinas.
                Y llegamos a la tercera parte, Sueños de la materia, que cierra el libro y es la más breve del mismo, con sólo tres poemas. A imagen y semejanza de las viejas sextinas que, allá por el siglo XI, escribían los trovadores provenzales, la autora ha puesto al libro una contera, es decir, un pequeño resumen del discurso, aunque, a diferencia de lo que ocurre con las sextinas, ella forja la suya con poemas independientes, dotados de vida propia.
                Sin embargo, no cabe colegir que esta adenda tan breve sea tan sólo un alarde de constructivismo, sino que obedece, por el contrario, a una necesidad: acabado el viaje, quedan atrás billetes, paisajes y estaciones; ahora, sin desprendernos de esa realidad, nos encontramos en el dominio de la esperanza. Incluso la materia –hierros, maderas, grava, tela, cartón, cristal, etc., etc.- tiene la cualidad de soñar y es, por tanto, lo mismo que el ser humano, portadora de utopía. De la fusión de ambas, surge la magia de lo insólito y aflora la poesía. Es el caso de cierta estación de nombre largo e impronunciable, del tren flotante o de otro edificio ferroviario cuyo diseño arquitectónico es la figura de una mantis religiosa. A pesar de la noche, la luz: El tren corta el espacio, trunca, al paso, la oscuridad en dos, cuando brilla la noche.
                Se dice, no sin razón, que toda gran poesía es una suma con dos sumandos: un tema de los denominados eternos y una expresión distinta, original, en la cual intervienen a su vez dos vectores, el estilo de época y la voz personal del poeta. Éste es el caso de Todos los trenes mueren en línea recta, donde los grandes misterios que rodean al hombre se visten de aquella luz no usada, que dijera Fray Luis de León.
                La de Dolors Alberola parte, más que de la contravención de la métrica usual, de su liberación, de permitir que fluya en libertad. Sin menoscabo de la música, deja que el verso se le derrame, como rebosa un vaso, se salga de su cauce e invada un territorio comúnmente reservado a la prosa. Sin embargo, no es prosa: son versículos largos, que han cobrado autonomía y han emprendido el vuelo, pues también el lenguaje viaja en este libro, rompe moldes y elimina fronteras. Ni prosa ni verso, en el sentido estricto de uno y otro concepto, sino sola poesía transustanciada en voz.
                Los milagros, no obstante, son fruto del esfuerzo, pero también del talento. La propia autora dijo: Trabajo constantemente con el fin de desbrozar lo hecho e indagar nuevos caminos. Pero afirma también: no disecciono el verbo como en un laboratorio, más bien dejo que las palabras nazcan, crezcan, vuelen hasta el papel y luego hasta los ojos. No clasifico, no sigo más estructura que la que la estética me imprime en el deseo. Si lo que viene en estos libros fue ya o no fue, no es tema que me atrape o rechace. Vivo cada palabra y ellas me van robando la existencia y purificando el aire para poder vivir en esta insensatez que llevamos a cuestas en el mundo. El poema, en sus manos, es siempre una sorpresa, un sobresalto continuo, a los que nadie puede sustraerse, y, desde luego, un arma, porque el futuro ya es presente y el mundo precisa de estas armas y de esa inteligencia que las mantiene limpias, en orden, preparadas para decir que no e intentar al menos nuestro sueño. Si es que aún quedan hombres, si es que aún quedan sueños. La poesía ha de ser un arma cargada de presente contra la más acuciante y casi muerta actualidad.
                Una breve lectura de poemas y la firma de ejemplares por la autora pusieron fin a un acto que resultó brillante y entrañable.

Redacción.-

20 de septiembre de 2012

"Asignaturas del aire": Carmen Sáiz Neupaver publica su primer libro


                El próximo 5 de octubre es la fecha prevista para la presentación de Asignaturas del aire, primer libro de la joven poeta jerezana Carmen Sáiz Neupaver, publicado por Origami, una editorial también joven, que dirige Antonio Huerta. El acto tendrá lugar en el Ateneo andaluz.
                Asignaturas del aire, en palabras de la propia autora, habla de esas materias de las que examina la vida: la prueba del desamor, la íntima aceptación del desengaño, de la fragilidad de nuestra identidad con el paso del tiempo… Quizás el aprobado que siempre buscamos consista en asumir nuestros propios suspensos, en merendarnos los errores y salvarnos, a veces de nosotros mismos.
                Carmen Sáiz Neupaver, inédita en libro hasta ahora, es sin embargo muy conocida por su presencia en revistas, publicaciones colectivas y lecturas poéticas, es, sin lugar a dudas, una de las voces más sólidas de la generación más joven; también, una de las más queridas y, desde luego, de las más esperadas.
                Para hablar de este libro, de su poética, trayectoria y proyectos, Domingo F. Faílde le ha entrevistado para los lectores de El Callejón del Gato, que pueden acceder a la entrevista a través del enlace que se facilita a continuación.    

Redacción.-      

Para leer la entrevista, pulse aquí.

Poemas para Haití


Acaso la poesía ya no sea ese arma cargada de futuro, que dijese Celaya, sino el riesgo de ir a remolque de una sociedad totalmente desconcienciada, una moda regida desde los medios de manipulación y, en definitiva, un espacio –otro más- para la evasión. La industria cultural –otro engendro mediático y espurio- uniforma los géneros y los conduce a un pesebre común: espectáculo, todo es espectáculo y éste debe seguir aunque estalle el planeta o se desangre la humanidad.
Afortunadamente, quedan todavía bastantes poetas conscientes de lo que tienen entre sus manos. La poesía es latido y conciencia, capaz de plegarse a la dicción de la historia, pero nunca al discurso de los tiranos. No es una venda en los ojos sino un estallido de luz en el epicentro de la realidad.
Por eso, en la vorágine del mercado y el mercadeo, que todo lo desfigura, la palabra encendida del poeta transfigura nuestra existencia, señalando el modelo a seguir, la irrenunciable utopía que señala el camino de la dignidad.
Artistas con Haití (antología solidaria) es un proyecto humilde, como todo proyecto que rebosa grandeza. ¿Qué pueden las palabras frente al dolor del hombre y de los pueblos? Pero ahí las tenemos, hechas pasión y verso, pluma y pincel, en las páginas de este libro, promovido por un grupo de autores extremeños, que han logrado reunir por una causa justa a un numeroso grupo de poetas para ofrecer un pedazo de su corazón, un hijo de su tinta quebrada, con el sencillo fin de lanzarlos a la calle para que alimenten el alma de la piedad ajena, como dice en el prólogo José Manuel Vivas.
Antonia Cerrato Martín-Romo, Amalia Mangas Durán y Mª. Cruz Amaya León estuvieron anoche en Jerez y ofrecieron, a quien quiso escuchar y entender, el mágico rehén de la poesía, a cambio de un puñado de esperanza para el pueblo doliente de Haití. Nos dieron su palabra y se escuchó también la de Dolors Alberola, Maribel Tejero, Miguel A. Lebrero, Rosa Iglesias, Antonio Porpetta, José Cercas, Isabel Blanco, Francisco Cenamor, Fernando Sabido… Donde hay un poema, cualquier cosa es posible.

Redacción.-

19 de septiembre de 2012

Encuentro poético en Chiclana de la Frontera con Dolors Alberola y "Todos los trenes mueren en línea recta"


                Ayer tuvo lugar en Chiclana de la Frontera un encuentro poético, esta vez con Dolors Alberola, que presentó su libro Todos los trenes mueren en línea recta, editado en Jerez por Origami. El acto, celebrado en el Centro Cultural Box, había sido organizado por el Colectivo de Letras Libres, que viene desarrollando en su localidad una  importante labor en el estudio y difusión de la literatura.
                Las palabras de introducción corrieron a cargo de Domingo F. Faílde, quien dijo, entre otras cosas que toda gran poesía es una suma con dos sumandos: un tema de los denominados eternos y una expresión distinta, original, en la cual intervienen a su vez dos vectores, el estilo de época y la voz personal del poeta. Éste es el caso de Todos los trenes mueren en línea recta, donde los grandes misterios que rodean al hombre se visten de aquella luz no usada, que dijera Fray Luis de León.
                Por su parte, Dolors Alberola efectuó una amplia lectura de poemas, exponiendo detalles de su composición y explicando las líneas generales de su poética.
                A la lectura siguió un interesante coloquio. Durante casi una hora, los numerosos asistentes al acto entablaron una animada conversación con la autora, que transcurrió en un tono coloquial, sin que ello fuera óbice para que se abordasen muchas cuestiones relacionadas con el proceso creador.

Redacción.-

12 de septiembre de 2012

Verónica Pedemonte y Yolanda Aldón, dos voces en una excelente lectura poética


                Con una hora de retraso, dos en las Islas Canarias, comenzó anoche la lectura poética que, dentro del espacio Versos en plenilunio, acabarían ofreciendo Verónica Pedemonte y Yolanda Aldón, cuya paciencia sólo fue superada por la excelencia de su poesía –dos conceptos que riman-, la primera igualada por el público o, al menos, la fracción perseverante de éste, que, como justo premio, disfrutó con los versos de ambas autoras, que fueron recibidos con dos sentimientos consonantes también: admiración y emoción.
                Motivos para ello darían una y otra, tras la obligada presentación que, esta vez, corrió a cargo de Francisco Carrasco. El coordinador de estos ciclos efectuó un balance de los mismos, destacando el valor, a todas luces fundamental, de la permanencia, a lo largo de año y medio, ofreciendo su tribuna a un gran número de poetas y al público el placer de escuchar excelente poesía, en muchas ocasiones acompañada de música.
                Verónica Pedemonte estuvo en gran poeta, como siempre. Su lectura, preparada con maestría y ejecutada con acierto, quiso ser y lo fue un recorrido intenso y ajustado por su propia trayectoria, señalando sus hitos con poemas indiscutibles y significativos. En la fragua del poema, la tradición literaria recibe el baño de incontenible frescura que le confiere el lenguaje poético de la autora, de modo que el lector u oyente en este caso percibe los lugares comunes de la mejor poesía envueltos en un aura de novedad, capaz de demostrar que el clasicismo, en manos de un creador, es la expresión más alta de toda innovación. Elegante, discreta, sobria, desgranó sus bellísimos versos con esa difícil naturalidad que sólo logran los muy avezados.
                Por su parte, Yolanda Aldón, poeta joven, derrochó todo el ímpetu de quien, recién robado el fuego de los dioses, echa a correr, dispuesto a no soltarlo, consciente al mismo tiempo de que es imprescindible alimentarlo para que no se apague y siga iluminando un trayecto que, a nuestro ver y entender, mantiene una línea ascendente, cada vez más diáfana. La poeta, conforme va alejándose de vías transitadas y retóricas más o menos usuales, se lanza a la conquista de una voz propia, que asoma con firmeza y deja ver sus armas: la contención, por ejemplo, en poemas de gran densidad, por los que fluye con claridad el lenguaje, más sugerente que explícito, más emotivo, al par que revelador.
                Velada, pues, bellísima, que nos hizo olvidar el retraso, el cambio de escenario y los pequeños lances de la megafonía. Allí donde hay un poeta –el género no importa-, siempre se obra un milagro.

Redacción.-

5 de septiembre de 2012

Versos en plenilunio: Chencho Ríos, la noche de un poeta en solitario


                La poesía de Chencho Ríos se caracteriza por su evidente singularidad. Es lo que suele denominarse un poeta-isla, un creador solitario, que realiza su obra deliberadamente apartado de los cánones preestablecidos, las tendencias generacionales y, sin ninguna duda, las modas y esas demandas mediáticas que reducen el panorama literario a una simple cuestión de uniformidad.
                Él es su propio modelo, la medida de todas las cosas, la mirada del hombre que, bajo el cielo estrellado, descubre el universo continuamente, se descubre a sí mismo y concluye que el resultado de su visión es un sueño complejo, como la vida misma, donde se mezclan y caminan juntos la experiencia de lo vivido y la intuición de lo contemplado, generando un lenguaje que, como en la dialéctica de Hegel, va desplegándose, hasta alumbrar esa realidad textual que, en prosa, versículo o cualquier otra técnica, llamaremos, para entendernos, poema, vehículo en cualquier caso de ese extraño portento que denominamos poesía.
                Cuestión de nombres, pues, que indaga Chencho Ríos en los pliegues de la memoria colectiva y en el córtex individual, sirviéndose de técnicas psicoanalíticas, provenientes, en su caso, de Jung. Deja, pues, que la mente –bien individual o colectiva- se exprese en libertad, libere sus fantasmas y salga así al encuentro de su propia liberación, lo cual obliga al poeta a romper las barreras convencionales entre géneros literarios, en un discurso integrador, unas veces hermético, otras cercano al realismo sucio y otras teñido de un lirismo intenso, con el sello indeleble del autor.
                Anoche, en Damajuana, lleno hasta rebosar, ofreció una lectura memorable. Él jura por Snoopy que todo fue improvisado. Increíble, pero tampoco importa; fue lo que fue, un acto hermosísimo, bien medido y mejor conducido, no menos que las palabras del poeta Pedro Sánchez Sanz, que, en menos de cinco minutos, trazó una acertada semblanza de Chencho y, con tanto rigor como pericia didáctica, introdujo a los asistentes en las complejidades de lo que, seguidamente, habrían de escuchar.
                Y escucharon con atención, teñida de asombro y arropada magistralmente por la música de Paula Granados de Osma, una joven y casi inédita pianista, que dejó constancia de su alto nivel, con partituras de gran calado: Grieg, Mompou, Debussy Schoemberg, Béla Bártok, Satie, Granados y otros, que se ajustaron perfectamente a la dicción del poeta y caldearon la atmósfera estética del recital.
                Cuando remite, al fin, el duro estío, confortan estos breves, imprescindibles encuentros con una belleza que el lado oscuro de la historia se empeña en eclipsar.

Redacción.-

2 de septiembre de 2012

Dos nuevos libros de poesía: Origami publica a Dolors Alberola y Carmen Sáiz Neupaver


Como estaba previsto y así se había anunciado, ayer día 1 salieron a la luz los libros Todos los trenes mueren en línea recta, de Dolors Alberola, y Asignaturas del aire, de Carmen Sáiz Neupaver, publicados por Origami, una joven editorial que dirige Antonio Huerta, en Jerez de la Frontera.
                A partir de este instante, según ha manifestado el propio editor, se irán celebrando en diversas ciudades actos de presentación, con objeto de promocionar estos títulos y difundir la actividad que viene desarrollando la editorial, que cuenta ya con otros libros en su catálogo de publicaciones.
                Asignaturas del aire es la ópera prima de su autora. Carmen Saiz –afirma en el prólogo Dolors Alberola-  apuesta por lo no efímero, por lo aparentemente invisible pero que se deja oír por los que aman llanamente la poesía. No vayan a creer que su voz se entretiene en caducas fabulaciones ni artilugios pasados ya de moda, es un decir totalmente asombroso y actual el suyo. Y asombra que, luego de tantos siglos utilizando las mismas herramientas, todavía se agrupen los vocablos de manera distinta y sorprendente. Sus imágenes son alarmantemente hermosas, íntegramente nuevas, lo único que a nadie se le ocurriría conjugar sucede entre sus versos.
                Por su parte, Todos los trenes mueren en línea recta es, en opinión de su autora, metáfora y fusión de engranajes y vidas, de quietudes y muertes, pero sobre todo de abandono, como los trenes muertos de la estación de La Sagra, que inspiraron el libro.

Redacción.-